¿Es posible mantener el nivel de bienestar del que disfrutamos en el País Vasco sin avanzar rápidamente en la transición energética, incrementando sustancialmente la penetración de las energías renovables en el mix energético?
Mi respuesta es que no es posible. Para explicar mi visión, utilizaré algunas cifras, explicadas a continuación:
2,65. Es el número de planetas Tierra que debería haber si toda la población global consumiera materiales, energía y otros recursos como se consumen aquí, de acuerdo con las estimaciones publicadas por IHOBE. Si quisiéramos rebajar la “huella ecológica” a 1 (el planeta que tenemos), deberíamos reducir nuestro consumo de recursos en un 62%. El bienestar de la sociedad vasca se sustenta hoy, crucialmente, en el consumo de recursos naturales.
10,1%. Es el porcentaje de energía primaria (casi toda renovable) que se produjo en el País Vasco en 2024. Es menor que la media europea (con una cuota de renovables en la energía bruta disponible del 19,5% en 2023) y refleja nuestra dependencia de las importaciones y el bajo desarrollo de las renovables (el último parque eólico instalado en suelo vasco, Punta Lucero, en Bizkaia, data de 2006, aunque en la actualidad hay algunos proyectos en marcha en el País Vasco, enmarcados en el Plan Territorial Sectorial de Energías Renovables, aún en tramitación). El mix energético vasco actual, por tanto, da lugar a niveles elevados de emisiones de gases de efecto invernadero (en parte, relacionados con el consumo energético industrial, pero también con el transporte de personas y mercancías) y, además, a un elevado grado de dependencia de energía producida fuera del territorio.
21% y 27%. Son, respectivamente, el incremento en el PIB y la reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero en el País Vasco en 2005-2022. Es decir, la evolución del crecimiento económico se está “desacoplando” de la evolución de las emisiones, aunque queda mucho camino por recorrer, tanto en términos de la reducción de emisiones como del uso de recursos. Existe, por tanto, la oportunidad de continuar generando valor económico de una manera cada vez más sostenible desde el punto de vista medioambiental.
Todas estas cifras permiten ilustrar el dilema al que nos enfrentamos como sociedad, especialmente en un contexto en el que aumenta el rechazo social a los proyectos de infraestructuras energéticas (y, en general, a todas las infraestructuras) en el País Vasco.
Podemos identificar, de forma simplificada, tres escenarios de evolución de la transición energética (o sostenible) en el País Vasco en los próximos años. Las personas con capacidad de decisión en los ámbitos político, empresarial y social deberán posicionarse al respecto y explicar con todo detalle a la ciudadanía los motivos de su postura.
- El primer escenario es seguir como hasta ahora, avanzando gradualmente en la transición energética pero retrasando el hito de las “cero emisiones netas”, muy probablemente hasta más allá de 2050 y dando lugar a incrementos de la temperatura media del planeta cercanos a 3ºC (según indica la tendencia actual). ¿Es esta una alternativa que queremos como sociedad?
- El segundo escenario implica decrecer hasta alcanzar niveles de “sostenibilidad planetaria” (es decir, alcanzando una huella ecológica igual a 1 o por debajo de 1, si aceptamos que los territorios menos desarrollados del planeta necesitarán más recursos para que sus poblaciones alcancen niveles de bienestar aceptable). Este escenario de “decrecimiento” supone reducir drásticamente el consumo de recursos naturales (entre ellos, la energía) y, en esencia, dejar de vivir con el nivel de bienestar material que hemos disfrutado en las últimas décadas. Es decir, consumiremos menos, nos desplazaremos y viajaremos menos y deberemos renunciar a múltiples actividades que generan una “huella ecológica” excesiva. ¿Es viable esta opción y podemos afrontar el coste económico y social que supone?
- El tercer escenario implica avanzar rápidamente en la transición energética y en un mix energético limpio para poder desacoplar de manera definitiva la generación de valor económico y el impacto medioambiental. Para ello, se deben expandir las energías renovables de manera racional, pero decidida, manteniendo exigencias medioambientales (como las previstas en la normativa europea). Junto a las energías renovables eléctricas, deberán utilizarse otros combustibles renovables (p. ej., hidrógeno o biocombustibles) y otras tecnologías (p. ej., de “emisiones negativas”) donde no pueda llegar la electrificación.
Este escenario implica también desarrollar un modelo de producción y consumo más responsable, eficiente y circular y mayor eficiencia en el uso de todo tipo de recursos, mediante un sistema adecuado y equilibrado de incentivos, penalizaciones y normas. En un contexto global económica y geopolíticamente complejo, deben impulsarse políticas y programas de innovación y especialización en tecnologías y soluciones limpias en todos los sectores que den lugar a un tejido industrial vasco competitivo e innovador.
En mi opinión, la alternativa más razonable para preservar nuestro bienestar (y el de las próximas generaciones) es esta última, entendiendo que el proceso de transición hacia una economía medioambientalmente sostenible es complejo y requerirá algunos sacrificios (p. ej., dedicar más recursos a invertir en innovación y desarrollar infraestructuras, como las redes energéticas, que permiten impulsar la competitividad del territorio y modificar una parte de nuestra cultura de consumo).
Un mayor peso de las energías renovables en el mix energético vasco supone avanzar en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, simultáneamente, ayudar a mantener la competitividad (y, por tanto, la capacidad de generación de valor económico y bienestar) de múltiples empresas industriales a través de costes energéticos menores y mayores oportunidades para descarbonizar sus procesos productivos y posicionarse de manera competitiva en los mercados de bienes y servicios medioambientalmente sostenibles.
Para hacer realidad la transición energética, debemos incrementar la aceptación social de los proyectos de energías renovables y las infraestructuras que requieren. Esto pasa por alcanzar grandes acuerdos sociales para desplegar más renovables, teniendo en cuenta todos los costes y beneficios, compensando de manera adecuada a las comunidades locales y aprovechando el “entorno construido” al máximo, para minimizar el impacto medioambiental. Bloquear el desarrollo de las energías renovables porque no somos capaces de alcanzar estos grandes acuerdos sociales agravará el impacto del cambio climático, con consecuencias no deseables cada vez más conocidas.
Jorge Fernández
Jorge Fernández es investigador sénior y coordinador del área de energía de Orkestra, desde marzo de 2018. Doctor en Economía por la Universidad de Georgetown (Washington DC), Jorge cuenta con una amplia experiencia profesional en el sector de la energía.