Alexander Graham Bell falleció en 1922, a los 75 años de edad. Conocido principalmente por el desarrollo del teléfono, contribuyó al desarrollo de las telecomunicaciones y a la tecnología de la aviación. A lo largo de su vida realizó predicciones que continúan siendo una muestra de lucidez y talento. Es más un amigo suyo dijo de él que su juventud mental era mayor que la de la mayoría de los hombres a los que doblaba la edad .

En los albores de la Primera Guerra Mundial, mientras otros científicos consideraban que el aire sucio bloquearía los rayos solares y enfriaría el planeta, él consideraba que era más probable que se produjera “una suerte de efecto invernadero”. Los expertos actuales no dudan en la existencia de este efecto, con lo que esta predicción suya también se ha hecho realidad.

Ante esta situación, la comunidad internacional lleva más de dos décadas y media tratando de concienciar a la población de este problema y de la necesidad de tomar medidas de muy diversos tipos (algunas como el Protocolo de Kyoto) para, al menos, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que año tras año no cesan de aumentar.

Gran parte de estas emisiones están directamente relacionadas con el consumo de energía en su sentido más amplio (consumo industrial, doméstico, en el transporte, etc.), por lo que no podemos darnos por no aludidos. Por el contrario, deberíamos tomar una postura proactiva ante esta lucha, como muestran los compromisos que España ha adoptado en este campo.

¿Y cuáles son nuestros compromisos? A 2020, debemos reducir nuestras emisiones un 21% en los sectores sujetos a comercio de permisos de emisión de la UE (principalmente industriales) y un 10% en los sectores difusos (residencial, transporte, terciario). A 2030, el objetivo, que todavía está en proceso de adopción, sería reducir aproximadamente un 33,65% las emisiones de 2005.

Ahora bien, conociendo estas cifras, la pregunta que cabría hacerse es si resultan factibles o no. Para ello, podría emplearse como herramienta de estimación de las emisiones a futuro la identidad de Kaya.

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Aplicando diferentes hipótesis sobre la evolución de cada uno de los factores de la identidad anterior, a 2030, las estimaciones proyectadas muestran una gran dificultad para cumplir con el objetivo de reducir las emisiones. Apenas se lograría una reducción del 33,65% de las emisiones respecto a 2005. Este logro, se daría en un escenario de caída de la población y mantenimiento del PIB per cápita estable, con una mejora continua de la intensidad energética y de la intensidad de emisiones. Por su parte, continuar con un escenario como el vivido en el período 1990-2015, las emisiones en 2030 estarían por debajo de las emisiones de 2005, pero por encima de las de 2015, con lo que no se lograría alcanzar los objetivos.

Queda así pues a nuestro albedrío adoptar medidas que favorezcan el cumplimiento o no de los objetivos (ir en transporte público o privado, reducir el nivel de la calefacción, etc.), porque lo que parece claro es que sin medidas reales puestas en funcionamiento, no se logrará resolver esta situación.


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