Imagen original: Jérémy Barande / Ecole polytechnique Université Paris-Saclay / CC BY-SA 2.0
En 1997 empecé mi primer año en la Universitat Pompeu Fabra, en Barcelona. Apenas era una adolescente que venía de un pueblo pequeño. Recuerdo perfectamente mi primera clase: Introducción a la economía. También recuerdo mi primera vuelta sola y un poco perdida, en busca de mi primer libro de economía. Lo que no sabía entonces es que ese libro no solo me acompañaría durante todo el curso, sino que su autor, Joseph E. Stiglitz, seguiría presente casi 30 años más tarde. Y tampoco podía imaginar que tendría la oportunidad de verle en directo en la Universidad que actualmente trabajo el próximo lunes 29.
Desde aquella adolescente hasta hoy han pasado muchísimas cosas. Una de ellas es que Stiglitz recibió el Premio Nobel en 2001. Más allá del enorme reconocimiento lo realmente interesante, es cómo a través de sus libros y sus ideas hemos podido seguir la evolución del pensamiento económico durante estas décadas.
Ese año 2001 Stiglitz recibe el Nobel de Economía por su análisis de los mercados con información asimétrica. En esencia, demostró que la vieja presunción de que los mercados competitivos son siempre eficientes era errónea, especialmente cuando la información es imperfecta como ocurre habitualmente. Curiosamente, en ese mismo momento viví de primera mano las consecuencias prácticas de esa teoría. En 2001, licenciada ya en economía, trabajaba en Andersen. Estalló el caso Enron : Andersen desapareció y el mercado de la auditoría pasó de ser un Big Five a un Big Four, y la regulación normativa y legal se endureció. Quedaba claro que la información imperfecta y muchas veces sesgada podía tener efectos devastadores en la economía real.
Pero Stiglitz no solo había recibido el reconocimiento académico más elevado en economía, también había vivido de cerca las consecuencias de confiar ciegamente en un marco ideológico que la realidad no sostenía. Con la experiencia acumulada como asesor en la Administración Clinton y como economista jefe del Banco Mundial, publicó en 2002 el polémico libro "El malestar en la globalización". Polémico porque fue una crítica feroz a las políticas austeras y de recetas únicas (one-size-fits-all) que se imponían a países en desarrollo, basadas en los dogmas de los mercados libres. La reacción fue dura, pero Stiglitz nunca se retractó. De hecho, en la reedición de 2017 reafirmó que los eventos posteriores —la Gran Recesión de 2008, el auge de la desigualdad y la crisis del euro— le daban aún más la razón. En esa línea, reclamó con fuerza una reforma de la globalización para hacerla más justa, democrática y con rostro humano (ir “más allá del PIB”), advirtiendo que, de lo contrario, los populismos, los nacionalismos y los movimientos antisistema seguirían creciendo, poniendo en riesgo la estabilidad global y los avances democráticos.
El trabajo que realiza Stiglitz sobre las ineficiencias e inestabilidades que provoca el neoliberalismo es enorme y fundamental. Si alguien ha sido capaz de sintetizarlo ha sido él mismo en su último libro, "El camino hacia la libertad: Economía y la buena sociedad". Y lo hace insistiendo una y otra vez en la misma idea: solo mediante la acción colectiva y con un Estado dotado con instituciones descentralizadas inteligentes, eficaces y facilitadoras podemos avanzar hacia un nuevo modelo económico, lo que él denomina Capitalismo Progresista.
Stiglitz hace un paralelismo entre la libertad de los individuos y la soberanía de los países: ambos deben poder tomar sus propias decisiones para ser realmente libres. Pero su concepto de libertad dista mucho del que defendieron Friedman o Hayek. Para Stiglitz, la libertad no es un individualismo absoluto donde “la libertad del lobo es la muerte de las ovejas”, sino una libertad que cobra sentido cuando se ejerce desde la acción colectiva.
Esa visión resulta especialmente pertinente en un mundo como el nuestro, marcado por desigualdades crecientes, un reto climático de dimensiones históricas y el auge de ideologías individualistas que fragmentan las sociedades. Frente a ese panorama, Stiglitz nos recuerda que existe otra manera de hacer las cosas. El modelo no es una utopía abstracta, sino la aplicación práctica de la libertad positiva: un marco donde un Estado inteligente y la economía de mercado colaboran para crear las condiciones que permiten a la ciudadanía desarrollar su potencial.
El Capitalismo Progresista propone que los mercados y el Estado no son enemigos, sino aliados. La innovación, la empresa privada, la cooperación y unas instituciones públicas inteligentes, eficaces y facilitadoras que pueden y deben trabajar juntas para garantizar prosperidad compartida, justicia social y sostenibilidad.
Este planteamiento encuentra una resonancia especial en la sociedad vasca. Contamos con un recorrido sólido: un fuerte arraigo, una diversidad organizativa (fundaciones, asociaciones, clústeres, cooperativas junto a la empresa privada) y unas instituciones descentralizadas que han sabido apostar por la gobernanza como instrumento para el bien común. En este camino, Orkestra lleva ya casi dos décadas trabajando por una competitividad orientada al bienestar, desde un marco con una visión global que trasciende el PIB y sitúa la calidad de vida, la gobernanza y la sostenibilidad en el centro de la agenda territorial. Por ello, no tengo ninguna duda de que podemos ser pioneros en la senda que Stiglitz nos propone. Porque sí, tenemos mucho que aprender, pero también mucho que aportar. Y aunque pueda sonar a utopía, como recordaba Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte… sirve para caminar”.
Y después de casi 30 años, tendré el privilegio de escuchar a Stiglitz en directo en la Universidad de Deusto. Será, sin duda, una ocasión única para profundizar estas ideas de mano de su autor. Y la conversación continuará, el día siguiente contaremos también con Martin Wolf, editor asociado y principal comentarista de Financial Times, quien reflexionará sobre el futuro de las democracias, una preocupación que el propio Stiglitz comparte en su libro citando a Martin Wolf para advertir que la actual deriva de la libertad económica puede estar debilitando la libertad política hasta poner en riesgo nuestras democracias.
Estos encuentros son, en definitiva, una oportunidad para seguir enriqueciendo el debate económico y reforzar el papel de la Universidad en particular y de la sociedad en general como espacio de reflexión colectiva, abierto al conocimiento y al compromiso del bien común. Además, estoy segura de que esta experiencia quedará grabada en mí como un impulso más para seguir caminando hacia esa utopía que compartimos muchísimas personas.
Carme Vallverdú
Carme Vallverdú es licenciada en Economía por la Universidad Pompeu Fabra y está especializada en Métodos Cuantitavos. Su carrera profesional se ha desarrollado en el mundo de la Auditoría y de las Finanzas completándola con un máster de Dirección de Control de Gestión en la escuela EADA y un máster universitario de Análisis Económico por la UOC (Universitat Oberta de Catalunya).