Nunca he podido concebir la idea de vivir lejos del mar. Habiendo nacido en Bilbao y residiendo toda mi vida en un pueblo costero, el agua salada forma parte de mi ser. Los paseos familiares por los muelles de Hierro, de Churruca o de Arriluce, las compras de anchoas en el puerto de Santurce, las excursiones escolares por la Ría en el Chimbito, la regata Deusto-Ingenieros (en la que siempre gano) y los viajes en el puente Colgante hicieron que, terminada la carrera e iniciado el doctorado acabara cursando el Máster en Gestión de Empresas Marítimo-Portuarias organizado por la Universidad de Deusto en colaboración con la Escuela de Administración Marítima.

Este máster amplió mi interés por la mar, acercándome a la parte más industrial, de hecho, mi trabajo fin de máster versó sobre la construcción naval. No creo que pueda olvidar las botaduras de la Naval o de astilleros Murueta, siempre impecables, suaves, como si en lugar de un gran buque entrara en el agua una pluma, o al gasero Iñigo Tapias, pasando por debajo del puente Colgante, casi rozándolo

Cuál fue mi alegría cuando el año pasado tuve la ocasión de trabajar un tema que combina dos de mis grandes pasiones: la energía y la mar. Fruto de ello, es el informe sobre El papel de los puertos en la transición energética, que hemos publicado recientemente y que recoge los resultados de un análisis comparativo de la situación en materia de sostenibilidad de cuatro puertos (Bilbao, Valencia, Rotterdam y Los Ángeles).

En dicho informe se pone de manifiesto que los puertos pueden actuar como motores de la transición energética, la descarbonización y la sostenibilidad medioambiental, desde dos grandes frentes. Por un lado, como impulsores de una actividad portuaria y de un transporte marítimo más sostenibles, donde los diferentes agentes pueden colaborar en avanzar en la transición energética en la mar y en las propias instalaciones portuarias.

De esta manera, los puertos pueden promover la mejora de la eficiencia energética técnica de los buques (p.ej. en el diseño del casco, el lastre, la velocidad, las tecnologías y los esquemas de mantenimiento entre otros), la eficiencia operativa (p. ej. mediante programas de reducción u optimización de la velocidad de navegación) o facilitar el suministro de combustibles marinos más limpios (gas natural licuado, hidrógeno, metanol, etc.).

En el puerto se puede ajustar la operativa logística a criterios just-in-time, o fomentar el suministro eléctrico de tierra a buque o cold ironing. El cold ironing permite sustituir el consumo de combustibles fósiles durante la escala, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y de contaminantes, mejorando la imagen que las ciudades colindantes pueden tener de los puertos. En las terminales portuarias se puede, además, promover la eficiencia energética y la electrificación de los equipamientos portuarios e impulsar el desarrollo para autoconsumo de infraestructura de energías renovables.

Por otro lado, los puertos pueden actuar como eslabón de los clústeres marítimo-portuarios, donde estos interaccionan con agentes de distintas cadenas de valor, con objetivos e intereses comunes. En esta línea, el puerto es la conexión entre el transporte marítimo y el hinterland o interior; actúa como emplazamiento de infraestructura energética de diferente naturaleza (recepción de hidrocarburos, almacenamiento de gas y biocarburantes, instalaciones de generación eléctrica, etc.), que dota de seguridad de suministro al territorio.

Esto adquiere una especial relevancia en estos momentos de elevada instabilidad geopolítica, donde la invasión de Ucrania por parte de Rusia pone en entredicho la dependencia europea del gas ruso. Teniendo en cuenta las actuales redes de transporte y distribución de gas, en particular europeas, el énfasis se está poniendo en el gas natural licuado, cuyas instalaciones de regasificación se localizan en terreno portuario (p. ej. BBG en el puerto de Bilbao).

Además, es el punto de encuentro entre la tierra y el mar en el desarrollo de las energías marinas. En este caso, se plantean oportunidades tanto para las actividades portuarias (remolcadores, estibadores, etc.) como para el tejido industrial relacionado con las energías renovables que puede (Bilbao) o no (Valencia) encontrarse en las inmediaciones del puerto.

Asimismo, constituye un centro de desarrollo de tejido industrial, con beneficio mutuo: el puerto por la actividad de transporte de materias primas y productos semielaborados o terminados, y la industria por el acceso a mercados más lejanos tanto para la compra como para la venta de materias primas y productos.

Los puertos, como emplazamientos o hubs de actividades industriales, también están promoviendo medidas que apoyan su descarbonización de diferentes maneras, mediante la implementación de medidas de economía circular, el desarrollo de tuberías de captura y almacenamiento de carbono (Rotterdam), o el desarrollo de infraestructura energética para la producción de energías renovables, hidrógeno o combustibles sintéticos, entre otros.

Pero para todo lo anterior se requiere iniciativa; conocimiento para determinar las inversiones e infraestructuras prioritarias en un contexto de incertidumbre tecnológica; acceso a nuevos esquemas de financiación; homogeneización de la operativa y la normativa que regula el funcionamiento portuario; apostar por la digitalización y la automatización; actividades de I+D+i y la colaboración entre agentes y garantizar la resiliencia de los puertos y de su infraestructura ante los posibles impactos del cambio climático (p.ej. subida del nivel del mar, mayor oleaje o mayor número de tormentas).

Teniendo en cuenta lo anterior, parece que no hay duda de que durante los próximos años van a producirse importantes avances en la transición hacia un transporte y una operativa portuaria más sostenibles. Sin embargo, los combustibles convencionales y las operativas tradicionales seguirán siendo relevantes en los puertos durante mucho tiempo.

Mi bisabuelo importaba y exportaba alimentos, en especial, bacalao salado del norte de Europa y legumbres de Sudamérica que llegaban al puerto de Bilbao. A principios del siglo pasado, descargaban la mercancía directamente de los barcos a los almacenes que tenía en la plaza Pío Baroja, en el muelle de Uribitarte. Con este trabajo me ha surgido la pregunta de qué pensaría sobre la evolución del puerto de Bilbao y la Ría en todos estos años, y qué pensaría del potencial que tiene para avanzar en la transición energética y la descarbonización de la economía. Cuando menos, digo yo, se sorprendería de lo que se ha hecho y de lo que todavía sabemos que queda por hacer. 


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Macarena Larrea

Macarena Larrea, investigadora de Orkestra, es Doctora en Promoción y Desarrollo de Empresas por la Universidad del País Vasco. Realizó una tesis sobre la “Internacionalización de los costes externos de la producción eléctrica”.

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