El origen del Día de la Mujer se asocia, según algunas fuentes, a la conmemoración de una huelga, violentamente disuelta por la policía, que las trabajadoras textiles de Nueva York llevaron a cabo el 8 de marzo de 1857 para protestar por sus bajos salarios, las jornadas laborales de 12 horas y sus deplorables condiciones de trabajo. Las condiciones laborales de la mayoría de las mujeres en Euskadi en la actualidad son mucho mejores que las de aquellas trabajadoras textiles, pero siguen sin ser equiparables a las de los hombres.
Las diferencias se manifiestan claramente en diferentes aspectos de calidad de empleo, como se pone de manifiesto en el Informe de Competitividad del País Vasco 2020. Así, los datos de empleo parcial no deseado muestran que la menor cantidad de horas de trabajo de las mujeres no es fruto de una decisión personal, ya que solo el 4 % de los hombres ocupados indican que les gustaría trabajar más tiempo, pero no han encontrado un empleo a tiempo completo, mientras que ese porcentaje se eleva al 12 % en el caso de las mujeres. Otro aspecto que refleja la precarización del empleo es el carácter temporal de los contratos, más elevado en el caso de las mujeres (26 %) que en el de los hombres (22 %) y en ambos casos mucho más alto que en la media de los países europeos, donde no alcanza el 15 % para ninguno de los dos sexos.
Las diferencias entre hombres y mujeres también se reflejan de manera clara en la brecha salarial. Según el informe Brechas de Género en el Mercado Laboral en Euskadi elaborado por la Fundación Iseak para Emakunde y publicado hace un par de años, los hombres cobraban de media un 24 % más que las mujeres. Esa diferencia salarial se debía, por un lado, a que los hombres trabajaban más horas que las mujeres (un 14 % más) y, por otra, a que cobraban más por hora trabajada (un 11 % más). Lo primero se explica porque los hombres tienen empleos a tiempo completo en mayor medida que las mujeres, tal y como hemos mostrado en el párrafo anterior. Lo segundo está relacionado con que la distribución en ocupaciones y sectores no es homogénea. Es decir, la diferencia en retribución por hora trabajada se explica parcialmente por el hecho de que los hombres trabajan en mayor medida en ocupaciones mejor remuneradas (hay muchos más directivos que directivas) o en sectores que pagan más de media (el sector de las TICs, que de media paga altos salarios, emplea muchos más hombres que mujeres, mientras que el sector de empleo doméstico es mayoritariamente femenino).
Las razones que pueden estar tras esos diversos patrones en cuanto a contratos a tiempo parcial, ocupaciones y sectores pueden ser variadas y no vamos a entrar en ellas. Sí que señalaremos que esas diferencias no consiguen explicar totalmente la brecha, ya que, según el mismo estudio, esta persiste cuando se comparaba a hombres y mujeres en la misma ocupación (por ejemplo, los directivos ganaban, de media, un 76 % más que las mujeres) e incluso cuando se tienen en cuenta diversos factores a la vez: la brecha salarial entre mujeres y hombres de la misma edad y nivel educativo, y que trabajan en condiciones muy similares (en cuanto a tipo de empleo y ocupación) se reducía, pero aún se situaba en el 8 %.
Es más, las mujeres desempeñan un papel muy importante por ser las que mayormente trabajan en las actividades más fundamentales, como ha puesto de manifiesto la crisis de la pandemia de la COVID-19. Sobre este tema, en el Informe de Competitividad hacemos referencia a los sectores que se engloban dentro de la llamada economía fundacional o de lo fundamental, de la que habló Kevin Morgan en este post y que incluye los productos y servicios esenciales para el bienestar humano, como la salud, la alimentación, la educación o el cuidado. Estos sectores no suelen ser el foco de las políticas de competitividad, pero la pandemia ha contribuido a poner de manifiesto su importancia, no solo para el bienestar de la población, sino también para la resiliencia de otros sectores. Cabe destacar que algunos de estos sectores emplean a un porcentaje importante de la población (9 de cada 100 personas ocupadas en Euskadi lo están en el sector de la educación y 10 en el sector de actividades sanitarias y servicios sociales, sumando entre ambos aproximadamente lo mismo que el de manufacturas) y esas personas son principalmente mujeres: el 67 % en el caso de la educación y el 78 % en el de actividades sanitarias y servicios sociales. En ambos sectores se observa un alto nivel de temporalidad, muy por encima de los ya elevados niveles medios: el 33% de las mujeres en el sector de la educación y el 36% en el de actividades sanitarias y servicios sociales tienen contratos temporales. En estos ámbitos, la temporalidad de los hombres es aún mayor que la de las mujeres: con un 38 % en educación y un 36 % en actividades sanitarias y servicios sociales. En este caso, se trataría de poner el foco en la mejora de las condiciones de los sectores, independientemente del sexo de la persona que las ejerza.
Por tanto, aunque las condiciones laborales de las mujeres en Euskadi son significativamente mejores que las de las trabajadoras textiles del Nueva York del siglo XIX o que las de las trabajadoras de muchas factorías textiles de países como India o Bangladesh en estos momentos, aún queda camino por recorrer, tanto en términos absolutos como para acercarse a las de los hombres que tienen empleos similares. Y eso quizá es especialmente importante en los sectores que consideramos fundamentales y que tanto hemos aplaudido en los últimos meses.
Mari Jose Aranguren
Mari Jose Aranguren es la directora general de Orkestra y Catedrática de Economía en la Universidad de Deusto. Es una reconocida experta en el área de competitividad y estrategia territorial, clústeres y redes y el análisis y evaluación de políticas, temas sobre las que ha publicado numerosos libros y artículos en revistas especializadas nacionales e internacionales de impacto.
Susana Franco
Susana Franco es investigadora sénior de Orkestra, Doctora en Económicas por la Universidad de Nottingham y trabaja en Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad como investigadora desde 2010. Sus principales actividades y responsabilidades incluyen llevar a cabo investigaciones de carácter cuantitativo y cualitativo, así como coordinar y desarrollar proyectos sobre clústeres, competitividad, desarrollo regional y bienestar; publicar los resultados de las investigaciones en revistas académicas internacionales, libros e informes; interactuar con distintos agentes regionales e internacionales; contribuir a la formación en el campo de la competitividad; y supervisar a estudiantes de doctorado