Escribo el siguiente post con la idea de dar una visión holística del concepto de innovación social, por un lado a modo de resumen del primer año de un máster que estoy realizando en Deusto y por otro, como una forma de intentar comprender cómo acaba enlazando este concepto con el de desarrollo territorial. Lo escribo también con pies de plomo, ya que el término es muy confuso y el reflexionar y trabajar sobre el tema, le hace a uno ser más crítico e intentar buscar una especie de pureza que en realidad es muy probable que no exista.

Es frecuente, en charlas o congresos escuchar a los y las ponentes referenciar las ya conocidas definiciones de la Guía de Innovación Social de la Unión Europea (EN) y las de Mulgan en colaboración con diferentes investigadores e investigadoras (aquí la de Oxford y aquí la de Young Foundation y Nesta).

En su tesis de 2012, Miren Estensoro hablaba de los tres focos posibles a los que podía hacer referencia el concepto de innovación social. El primero estaría más relacionado con el objetivo de satisfacer las necesidades humanas básicas a las que el mercado ni las instituciones son capaces de hacer frente. El segundo, sin embargo, tendría más que ver con la innovación en las relaciones entre actores y en los procesos. Y por último, un tercer foco haría referencia al empoderamiento de los actores locales de una comunidad.

Hace ya un par de años, nuestro compañero James Wilson, en línea con lo que proponen Moulaert y Nussbaumer, comentaba cómo se utiliza el mismo término (innovación social) para hablar de dos conceptos diferentes. En este caso, el primero sería el mismo al que hacía referencia Miren (satisfacción de necesidades básicas) y el segundo y el tercero quedan unificados en un solo foco que hace referencia a la innovación en las relaciones entre actores (suponiendo que esto a la vez los empodera). Para el resto del post, nos quedaremos con estos dos focos para facilitar la reflexión.

En unas de las sesiones que tuvimos durante el máster, Javier Castro Spila de Sinnergiak nos habló de la relación entre la capacidad de absorción de conocimiento de las organizaciones con la capacidad de éstas para realizar proyectos de innovación social. En el modelo Sinnergiak, que construye sobre la “espiral” de innovación social que se propone en la publicación de la Young Foundation, una organización que va a realizar un proyecto debe concebirse como un nodo glocal. En una primera fase, detecta un problema o necesidad social y genera nuevas ideas acerca de cómo se puede solucionar. Este proceso consiste en acceder a recursos o ideas globales que deben descodificarse antes de intentar replicarse a un nivel local, para después volver a codificarlas partiendo de un conocimiento tácito del contexto y de los recursos disponibles en ese nivel local. En una segunda fase, se generan prototipos en colaboración con otros actores del territorio (tal y como concluía Xabier Barandiaran, director del máster, en una de sus clases, el capital social es la gasolina de la innovación social) y finalmente, está la fase de implantación (con su consiguiente evaluación y seguimiento).

Así, podríamos decir que el modelo de Sinnergiak hace hincapié en el primer foco de Moulaert y Nussbaumer, pero que también incluye el segundo si consideramos las comunidades de práctica como una innovación en la forma de interactuar entre actores.

Es al segundo foco al que hacen referencia exclusivamente James Karlsen y Miren Larrea en su libro Desarrollo Territorial e investigación acción – Innovación a través del diálogo cuando hablan de innovación social, es también el que adopta Miren Estensoro en su post para esta serie y es seguramente el foco que más nos interesa para la reflexión sobre la dimensión social del desarrollo territorial.

Mientras este segundo foco no me genera demasiadas dudas, al pensar en el primero me surge la siguiente pregunta: ¿es éste suficiente para hablar de innovación social? Pongamos que un productor europeo de cepillos de dientes consigue introducirse en un mercado de un país en vías de desarrollo en el que todavía no existen este tipo de productos y dónde podría considerarse que tienen una necesidad de un mayor nivel de higiene para un mejor estado de salud. ¿Está haciendo innovación social o simplemente está diversificando sus mercados? Desde mi punto de vista, la clave está en el proceso, más en el cómo que en el qué.

Es decir, la clave está en la innovación en las formas de relación entre diferentes actores, de forma que se construyan procesos participativos, colaborativos y creativos en los que se mezclan el conocimiento tácito y el explícito para llegar a una situación de no exclusión o de mayor bienestar.

Forman parte de esta serie sobre la dimensión social del desarrollo territorial:


inigo ruiz de apodaca

Iñigo Ruíz de Apodaca

Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Deusto, es alumno de la red internacional del curso "Microeconomics Of Competitiveness" de la Universidad de Harvard y actualmente se encuentra realizando el máster "Investigación, consultoría e innovación social" en la Universidad de Deusto.

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