13 de octubre 2022
El profesor Dan Breznitz durante su visita a la Orkestra
Orkestra colabora con una amplia red de personas expertas de todo el mundo para poner en valor el modelo vasco de competitividad para el bienestar e identificar las mejores prácticas a aplicar en el País Vasco. En septiembre, el profesor Dan Breznitz de la Universidad de Toronto visitó Orkestra y presentó su último libro Innovation in Real Places: Strategies for Prosperity in an Unforgiving World, que desmonta algunos mitos sobre el crecimiento basado en la innovación.
El profesor Breznitz es un reconocido experto en industrias basadas en la innovación rápida y su globalización, conocido por su investigación pionera sobre el impacto distributivo de las políticas de innovación. En esta entrevista, profundiza en algunas de las ideas principales del libro y comparte su visión sobre la innovación y su impacto en el crecimiento y la prosperidad.
En el libro sostienes que el crecimiento basado en la innovación es la única manera de lograr una prosperidad sostenida a largo plazo y el bienestar humano. ¿Por qué?
Para saber por qué es importante la innovación, primero tenemos que entender que la innovación no es sinónimo de invención. En pocas palabras, la invención es el acto de tener una nueva idea, incluyendo, por ejemplo, una idea para un producto. La innovación es el acto de plasmar las ideas en productos o servicios nuevos o mejorados en toda la cadena de producción.
Si nos preguntásemos en qué fase tiene más impacto en el bienestar la innovación, no está nada claro que sea en la fase de invención. Zoom es un buen ejemplo. La videoconferencia es una tecnología que tendrá unos 40 o 50 años, pero hace no tanto habríamos hecho todo lo posible para evitar las videoconferencias porque la calidad y la usabilidad eran pésimas. ¿Qué ha cambiado? Cientos de millones de horas de ingeniería para mejorar la compresión de vídeo, el software de comunicación de datos, los algoritmos, la CPU y la GPU, hasta un nivel tan avanzado que cuando llegó la pandemia, simplemente abrimos Zoom y funcionó perfectamente. Fue entonces cuando nos cambió la vida, no cuando alguien inventó dos salas para hacer videoconferencias que costaron medio millón de dólares.
Así que, sí, creo que la única forma en que podemos tener un crecimiento sostenido y una mejora del bienestar es a través de la innovación, especialmente en las sociedades industriales desarrolladas. Y me refiero a la innovación, no sólo a la invención.
¿Por eso crees que no vale la pena intentar copiar el modelo de Silicon Valley?
Silicon Valley es un modelo muy particular que se centra únicamente en lo que en mi libro llamo “innovación de primera fase”. Vivimos en un mundo de producción global fragmentada en el que las ciudades o regiones ya no se centran en una industria específica, sino que se centran en una determinada etapa de producción en una determinada industria. Y, ahora mismo, Silicon Valley se enfoca únicamente en la vanguardia.
Apuntan a nuevos productos y nuevas ideas, con un modelo de negocio muy específico, basado sobre todo en el capital riesgo. Una vez que el capital riesgo está involucrado, es necesario tener una salida financiera, para que el capital riesgo pueda vender su participación en la empresa en un plazo de cinco años. Esto, junto con la fragmentación de la producción, significa básicamente que las únicas personas que están empleadas en este tipo de economía son las y los mejores ingenieros de I+D, graduados en universidades como Stanford y Berkeley. Obtienen salarios que les harán millonarios, y si tienen suerte una salida financiera que les hará multimillonarios, pero el problema es que este modelo no crea puestos de trabajo para nadie más, no tiene muchos efectos positivos a nivel local. La gente normal sigue atrapada en malos trabajos, pero vivir en los alrededores de Silicon Valley es ahora tan caro que no pueden permitírselo. Así que no entiendo por qué cualquier lugar querría gastar dinero público para crear este tipo de modelo en su propia ciudad o región.
También afirmas que, gracias a la globalización, hoy en día tenemos más oportunidades de crecimiento basadas en la innovación que nunca. ¿Por qué?
Esto se debe principalmente a la rotación de la producción. En el pasado, si querías competir en una industria, tenías que desarrollar toda la industria desde cero. En la actualidad, si desarrollas capacidades de innovación en cualquier fase de la producción, puedes entrar en las redes de producción global, especialmente en el mundo occidental.
Después de la pandemia ha habido una reestructuración de las redes globales de producción, y las empresas están construyendo redes regionales para tener redundancia en estos tiempos de incertidumbre. Eso significa que las empresas que, de otro modo, no habrían buscado nuevos lugares para establecer actividades de producción específicas, ahora están dispuestas a hacerlo. Buscan suministros, gente con la que trabajar, ideas... Por eso en los próximos años habrá muchas más oportunidades de entrar en el mercado de producción que antes.
¿Qué significa eso para una región como el País Vasco?
El País Vasco es uno de los mejores lugares de Europa para lo que yo llamo “innovación de segunda y tercera fase”. Eso significa que todavía sabéis cómo hacer cosas y cómo mejorarlas. Y eso tiene mucho que ver con vuestro pasado industrial. En adelante, podríais manteneros en esas etapas de la producción y buscar la diversificación hacia nuevas industrias. Sin embargo, de cara al futuro, creo que hay una pregunta importante que tenéis que haceros: ¿qué tipo de trabajos ofrecéis a las y los jóvenes? Ahora estáis manteniendo la prosperidad generando empleos muy seguros, pero estáis creando muy pocos nuevos puestos de trabajo. Eso implica un riesgo de pérdida de talento.
Creo que el País Vasco podría desarrollar fácilmente una estrategia de diversificación en nuevas industrias en las que haya innovaciones en todas las etapas de producción, de manera que produzca puestos de trabajo para todas las personas con todas las habilidades, no sólo para especialistas en I+D. Eso evitaría la pérdida de talento hacia lugares como Madrid. En muchas regiones el verdadero problema es que algunos de los modelos siguen siendo prósperos, pero básicamente manteniendo a la gente en sus puestos de trabajo, no creando nuevos empleos para el colectivo joven.
¿Las políticas públicas de innovación deben tener como único objetivo el crecimiento o también deben preocuparse por sus impactos distributivos?
Personalmente, creo que deberían preocuparse por ambas cosas, porque no podemos tener impactos distributivos y una sociedad próspera sin crecimiento. Sin embargo, a veces el crecimiento conduce a una desigualdad extrema, como en los casos de Israel, Silicon Valley o Nueva York. Crea tales diferencias sociales que la verdadera cuestión debería ser si se debe utilizar el dinero de los contribuyentes para apoyar ciertas innovaciones y proporcionar una mayor infraestructura que en realidad sólo hace más ricos a los pocos que ya lo son. Por lo tanto, necesitamos algún tipo de equilibrio.
Deberíamos ser conscientes de que nuestras decisiones sobre la política de innovación, especialmente cuando las tomamos a largo plazo, son también decisiones sobre la distribución. Hasta hace muy poco tiempo pensábamos que sólo tenían que ver con el crecimiento, y que si asegurábamos el crecimiento, todo lo demás iría bien. Ahora sabemos que eso no es cierto.
¿Conoces algún ejemplo de buenas prácticas en este sentido?
Un ejemplo interesante que menciono en el libro es la región de Riviera del Brenta, en Italia, que tiene una industria de fabricación de calzado muy innovadora. Hacen diseño, desarrollo de prototipos e ingeniería de producción de calzado de lujo para mujeres, y trabajan con marcas de todo el mundo.
Otros dos lugares que también lo han hecho muy bien jugando en diferentes etapas de innovación y en diferentes industrias son Finlandia y Taiwán. Creo que el País Vasco podría aprender mucho de ellos. Cuando hablo de Finlandia, la gente suele pensar en el auge y la caída de Nokia y en la economía de las startups. Sin embargo, parecen olvidar que Finlandia es un país enorme, muy rico en recursos. Han pasado de tener una de las industrias forestales y papeleras más anticuadas a tener una de las más sofisticadas, incluyendo el desarrollo de todo el equipamiento necesario para conseguirlo. Esto les ha llevado a convertirse en uno de los líderes mundiales en biocombustibles, lo que demuestra que, junto con las TIC y las nuevas industrias, también podemos promover la innovación en las "viejas industrias” que tenían que ver con la producción y proporcionaban empleo a todo tipo de personas, no sólo a los perfiles de ingeniería. Además, Finlandia sigue siendo muy igualitaria, quizá incluso más que antes.
¿Cómo pueden contribuir las políticas públicas a ese crecimiento basado en la innovación?
La innovación tiene lo que se llama efectos indirectos positivos. Crea mucho más que beneficios para una empresa, es un esfuerzo muy colectivo y coordinado. Pero nos guste o no admitirlo, la innovación es una actividad de altísimo riesgo e incertidumbre para las empresas. Hay que tener en cuenta la fragmentación global de la producción, el complejo funcionamiento de los derechos de propiedad intelectual, los derechos de autor... Así que, sin políticas públicas, deberíamos esperar menos innovación. Eso es un hecho. Además, como he dicho antes, la política de innovación debería estar, al menos en parte, absuelta de la política de distribución y crecimiento.
Acerca del profesor Breznitz
Dan Breznitz es catedrático de la Universidad de Toronto, y titular de la Cátedra Munk de Estudios de la Innovación en la Munk School of Global Affairs and Public Policy. Es codirector del Innovation Policy Lab de la Universidad de Toronto y Senior Fellow del Messi College. Además, forma parte del Instituto Canadiense de Investigación Avanzada (CIFAR), donde cofundó y codirige el programa sobre Innovación, Equidad y el Futuro de la Prosperidad.