A estas alturas, no es atrevido decir que tanto la pandemia de la Covid-19 como la guerra de Ucrania han puesto de manifiesto las vulnerabilidades de las cadenas de suministro internacionales. Mientras que el Covid-19 generó disrupciones logísticas, sobre todo entre China y Europa, de productos terminados, partes y piezas, las interrupciones de suministro desde Rusia y Ucrania están sobre todo relacionadas con una crisis de materias primas. Aun así, la idea general, expresada por varios expertos en logística y cadenas de suministro, sigue siendo la misma: cuando esta red global de suministro, que funciona de manera sincronizada gracias a la interacción de millones de dispositivos y personas en el plano físico y digital, se estresa por acontecimientos como guerras, catástrofes climáticas o pandemias, los suministros empiezan a fallar. Estas disrupciones en las cadenas de suministro, que pueden tener consecuencias “leves” en un principio, como retrasos temporales en las entregas, pueden llegar a generar embotellamientos con consecuencias catastróficas para la economía. Ha sido el caso de los chips en el sector de la automoción con la pandemia, o el caso del gas, titanio o los cereales, en el caso de la guerra de Ucrania.
La interconexión de las cadenas de suministro en una red global de proveedores muy compleja va muy alineada con el acrónimo VUCA (por las siglas en inglés de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) y con el ideario del sociólogo Zygmunt Bauman sobre la sociedad líquida. Es decir, la globalización de la producción y la interconexión de suministradores a escala global está intrínsecamente ligada a un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y de gran ambigüedad. Un mundo donde el adagio que “todo lo sólido se desvanece en el aire” es ya una realidad. Las empresas tienen cada vez más dificultades de tener un conocimiento claro del comportamiento que vaya a tener su red de suministradores (que también dependen de otros suministradores, y así sucesivamente) en este contexto VUCA. Por ello, es necesario que las empresas, sobre todo las que hasta ahora estaban acostumbradas a trabajar en entornos más o menos estables, dejen de trabajar con marcos operativos que no son válidos para estos nuevos escenarios.
Aplicando esta perspectiva a la función de compras en empresas productivas, podemos pensar que, tradicionalmente, muchos departamentos de compras trataban de asegurar sus flujos de inputs con contratos de larga duración que se firmaban con proveedores fijos o preseleccionados. Ante esta tesitura, un cambio de proveedor solamente se concebía en momentos concretos, por ejemplo, cuando la empresa compradora desarrollaba un nuevo producto y abría la posibilidad a diferentes candidatos a postularse como (nuevo) proveedor. Esta pauta se puede comparar con un trayecto de autopista con diferentes tramos largos que requieren velocidades distintas: cuando se cambia de un tramo a otro, el piloto mete la marcha correspondiente y esta seguirá siendo válida para un buen rato.
Sin embargo, en un contexto VUCA, o un mundo líquido, esos cambios de marcha pueden ser mucho más frecuentes y constantes. Estos últimos dos años esa necesidad lo han causado la pandemia de la Covid-19 y la guerra de Ucrania. Pero, en un futuro próximo puede que sean otras guerras, desastres climáticos o cambios regulatorios que impliquen disrupciones en las cadenas de suministro de las empresas. Ante este nuevo escenario, a las empresas les toca optar por un modelo más “líquido” de gestión de las cadenas de suministro.
Aunque la guerra iniciada por Rusia ha mostrado la relevancia de contar con socios comerciales que sean seguros (así que encontrarlos y conservarlos sigue siendo muy importante), también ha dejado de manifiesto la relatividad de tal seguridad. Es por ello que las empresas deberían de ampliar las redes con potenciales proveedores, intensificar procesos de vigilancia, prospectiva e inteligencia, desarrollar actividades de diplomacia empresarial y construir escenarios a futuro con el fin de prepararse para procesos más abiertos de contratación y gestión de suministros. Además, deberían optar por la incesante transformación digital que incluye una digitalización de las relaciones con proveedores. Metiendo la tecnología en la ecuación, es incluso posible que, en un futuro, en lugar de cambiar de proveedores de forma “manual”, se aplicará una caja de cambio automática que arranca y cierra/traspasa contratos inteligentes apoyados en, por ejemplo, el blockchain.
Una visión más líquida de la gestión de las cadenas de suministro implicará la combinación de alta tecnología y herramientas de análisis que provengan de los ámbitos del diseño, de la inteligencia, de la diplomacia o de la prospectiva. Incorporar estas técnicas será una condición necesaria para lidiar con un contexto líquido, pero no una garantía de éxito. Dicho de otro modo, nuestras empresas deberán considerar su utilización, dado que, al no hacerlo, tendrán pocas oportunidades de prosperar en un contexto donde la disrupción pueda que sea la norma.
Bart Kamp
Bart Kamp es el investigador principal del área de Internacionalización y Servitización de Negocios en Orkestra-IVC. Su investigación se centra en las estrategias competitivas que permiten a empresas liderar en sus respectivos nichos de mercado a nivel internacional, y en procesos de servitización entre empresas manufactureras.
Mikel Gaztañaga
Mikel es investigador predoctoral en Orkestra en el ámbito del desarrollo territorial. Actualmente cursa el máster de “Relaciones internacionales y diplomacia empresarial” en la Universidad de Deusto. Sus actuales áreas de investigación son la cultura política, el futuro del trabajo, la paradiplomacia y la inteligencia sub-estatal, e integra estas áreas de conocimiento en el contexto de proyectos de investigación-acción para el desarrollo territorial.