El transporte, como consumidor de energía, tiene que ser respetuoso con el medio ambiente, competitivo, eficaz... ¿Pero qué pasa con la seguridad? ¿Qué pasa con aquellos entornos en los que en el mismo transporte público hay inseguridad para las personas, en especial para las mujeres, cuando el uso de un medio de desplazamiento puede suponer exponerse a vejaciones o riesgos físicos? ¿No deberíamos incluir la seguridad cuando hablamos de movilidad sostenible?

Esta idea que lanzó una antigua compañera hace poco en un evento sobre movilidad sostenible quedó vagando en mi cabeza, hasta que estos días, con los abanicos rojos en los Goya o los vestidos negros en los Globos de Oro, las denuncias del movimiento #MeToo han vuelto a cobrar fuerza en las noticias y redes sociales. Recordé entonces esta reflexión, y con ella el hecho de que este problema no está sólo en el cine, sino en muchos otros ámbitos. Y lo que es muy importante, que esto también va de cómo te desplazas para cumplir con tus necesidades diarias. Cuando hablamos de la movilidad sostenible, no existe una definición única para este concepto. Aunque se han propuesto muchas, la más ampliamente aceptada es la de que “satisface las necesidades de movilidad del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.

¿Qué ocurre entonces cuando la falta de seguridad es lo que impide que una persona satisfaga dichas necesidades? Un dato: la Organización Internacional del Trabajo estima que el acceso limitado a un transporte seguro es el mayor obstáculo para la participación de las mujeres en el mercado laboral en los países en desarrollo, con una reducción en su probabilidad de optar por trabajar de 16,5 puntos porcentuales, con efectos negativos en otros muchos lugares.

Marginal impact drivers

Efecto de varios factores sobre la probabilidad de las mujeres de participar en el mercado laboral. Organización internacional del trabajo.

Es más, en algunas partes del mundo las personas pueden no estar dispuestas a utilizar ciertos medios de transporte, o directamente carecen de una estructura de movilidad a la que recurrir. Esto puede dar lugar a casos preocupantes de trayectos de horas de duración, como por ejemplo en Nairobi o Ciudad del Cabo. La duración de estos desplazamientos les lleva a salir de sus casas y regresar a horas del día poco seguras.

Alguien podría pensar que estas circunstancias tienen que ver más con otros países que con el entorno europeo. Aunque en Europa también tenemos este problema, la cuestión está en que las tendencias en movilidad en un futuro cercano vendrán influidas en gran medida por mercados emergentes como el Sudeste Asiático. De hecho se estima que hasta 2040 el consumo del transporte de pasajeros mundial crecerá debido mayoritariamente a los los países en vías de desarrollo, fundamentalmente China e India.

Papel electricidad

Variación estimada del consumo de energía en el transporte de pasajeros según modos para los países OCDE y no OCDE en el periodo 2012-2040. Fuente: Movilidad sostenible. El papel de la electricidad y el gas natural en varios países europeos.

No olvidemos que según la ONU, África tendrá un gran protagonismo porque más de la mitad del crecimiento de la población mundial hasta mitad de siglo tendrá lugar en este continente. El resultado será que en el año 2100 más del 80% de la población del globo estará repartida entre África y Asia. Parece claro entonces que las soluciones en movilidad que se desarrollen en los próximos años estarán muy influidas por las necesidades de estos grupos de países, y por tanto tendrán entre sus desafíos dar respuesta a la falta de seguridad.

Sin embargo incluir nuevos enfoques dentro de la movilidad sostenible no es algo nuevo. La movilidad sostenible se asienta sobre tres pilares: los elementos sociales, económicos y medioambientales.

Tradicionalmente se le ha dado mayor importancia al pilar económico, y sólo al percibirse el impacto negativo en los otros dos, se ha buscado orientar el crecimiento hacia un equilibrio entre los tres.

Este equilibrio no resulta sencillo. Las medidas para lograrlo se pueden agrupar dentro de tres grandes grupos: gestión de la eficiencia, gestión del impacto y la gestión de la demanda. Es tal vez en este último grupo donde el desafío de la seguridad puede abordarse, a través de ese pilar social que puede ahora ser más firme que nunca.

Un cuarto grupo de medidas del que se puede hablar, y que tiene también un fuerte enfoque de seguridad, es el del uso de datos en el transporte. Aunque el paso de gigante en este campo será el vehículo autónomo, más allá de las posibilidades que éste pueda tener también es posible hallar soluciones en las tecnologías digitales. Un ejemplo es ¡Hazme el paro!, una app adaptada de Washington DC a México DF, que permite denunciar en el autobús casos de acoso, sean sufridos por uno mismo o cuando se es testigo de ellos. La app involucra desde la misma compañía de autobús hasta proveedores como Telefónica que facilitan su uso en túneles, pasando por el mismo conductor que ha recibido formación concreta sobre estas situaciones.

A pesar de todo, la movilidad sostenible y la protección de pasajeros vulnerables son ambos temas muy complejos, y por ello, como se respondió a nuestra compañera, tal vez la mejor forma de abordarlos sea tratándolos por separado. La buena noticia es que, vista la profunda conexión entre ambos asuntos, es de esperar que los grandes avances en movilidad sostenible faciliten también grandes pasos hacia delante en la protección de las mujeres y otros pasajeros que puedan ser vulnerables.


Jaime Menéndez

Jaime Menéndez

Jaime se unió en 2015 al Instituto como investigador predoctoral del Lab de Energía, donde ha participado en los proyectos "Transiciones Energéticas e Industriales" y “Tecnología, Transporte y Eficiencia”.

Ver perfil completo

Etiquetas: Lab de bienestar