Durante las dos últimas décadas, la reflexión y debate sobre el papel de las universidades en la innovación, en la economía, el cambio social y, en definitiva, en el desarrollo territorial se ha expandido de manera muy significativa. De hecho, las exigencias políticas a las universidades para que colaboren activamente con socios no académicos con el fin de abordar cuestiones regionales y sociales pueden verse en diversos programas europeos como las Estrategias de Investigación e Innovación para una Especialización Inteligente (RIS3) y la Investigación e Innovación Responsables (RRI). Por ello, además de las dos principales misiones y actividades de las universidades (docencia e investigación), hay una creciente demanda política y social en torno a la idea de que el desarrollo territorial debe constituir una tercera misión y actividad principal para éstas. Y para ello, resulta de vital importancia que la universidad se involucre, interactúe y se comprometa con otros actores de la sociedad para co-generar conocimiento que contribuya a abordar los desafíos enfrentados por los territorios.

Dado que las Industrias Culturales y Creativas (ICC) son parte integral de una economía del conocimiento globalizada que depende de un suministro constante de creatividad, conocimiento y habilidades para innovar y/o mantener ventajas competitivas regionales, la cooperación entre universidades e ICCs tiene el potencial de fomentar la innovación y el desarrollo territorial. Por lo tanto, es importante considerar el papel de las universidades en el desarrollo de las ICC, considerando que ambas son partes integrantes de un Sistema Regional de Innovación (SRI).

El Sistema Regional de Innovación (SRI), como indicó Philip Cooke, consta de dos subsistemas: uno de generación de conocimiento, que entre otros agentes se encuentran las universidades, y otro de explotación de conocimiento, compuesto, entre otras, por empresas. La comunicación efectiva entre los actores del SRI requiere objetivos comunes, una visión compartida y una red de relaciones. Es crucial fomentar intercambios de conocimiento y colaboración constante entre estos subsistemas para impulsar el desarrollo territorial. El conocimiento en el SRI se encuentra arraigado al territorio y distribuido entre diversos agentes del mismo. Además, cabe destacar que una parte muy importante de ese conocimiento es de naturaliza tácita, el cual se encuentra insertado no sólo en las habilidades de las personas y en las rutinas y procedimientos de las organizaciones, sino en el ambiente como tal, o incluso en las relaciones que conectan las diferentes empresas unas a otras y al contexto institucional más amplio. Contrario a la economía neoclásica, este conocimiento no es plenamente codificable y requiere interacción directa entre personas para ser transmitido, subrayando la importancia de la proximidad física y cognitiva para su efectiva difusión. Por tanto, el conocimiento tácito sólo puede transmitirse con las propias personas o con una relación directa o convivencia entre actores que sirven para generar la confianza y la base de entendimiento para que pueda tener lugar esa transmisión.

En el caso de las ICC, el conocimiento tácito adquiere una relevancia aún mayor, si cabe, que en otros sectores. Esto se debe a la naturaleza altamente intangible, creativa y subjetiva del producto y los procesos de estas industrias, que conlleva que el conocimiento no siempre se puede expresar de manera explícita. Por lo tanto, en el ámbito de las ICC, hacen falta nuevas formas de creación, transmisión, socialización y explotación del conocimiento entre las universidades y la industria.

En este sentido, autoras como Abigail Gilmore o Roberta Comunian, quienes han investigado y escrito mucho sobre esta temática, proponen la creación de espacios comunes entre la universidad y la industria para que el intercambio de conocimiento sea posible, como por ejemplo el ‘Knowledge Exchange Hubs for the Creative Economy’ en Reino Unido o “KSIGune” en Euskadi. Las autoras exponen que estos espacios pueden crearse a través de la relación orgánica entre ambas partes o pueden ser impulsados a través de las políticas públicas. Por tanto, para que estos espacios puedan ser realmente transformadores y valiosos para ambas partes, es importante dotarlos de una direccionalidad e intencionalidad. Estos espacios comunes o de diálogo tienen que partir del reconocimiento de que hay distintos tipos de conocimiento, todos igualmente válidos y necesarios para co-generar soluciones sostenibles para las ICC y para dar respuesta a los retos del territorio en general. Además, en estos espacios es importante también considerar y reconocer las relaciones de poder en estas colaboraciones para poder garantizar la participación equitativa de todas las partes en el proceso de generación de conocimiento.

Con estas líneas, simplemente he pretendido abrir una ventana de reflexión sobre el desafío que implica la tercera misión o el papel territorial de la universidad en relación con las Industrias Culturales y Creativas. Puedes leer mi reflexión más profunda aquí, es un tema sobre el que estamos reflexionando estos días en el Creativity World Forum 2024, evento que se celebra en las tres capitales vascas.


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Ibone Eguia

Ibone es graduada en economía por la Universidad del País Vasco. Trabaja como Investigadora Predoctoral en Orkestra en proyectos relacionados con el Análisis de la Competitividad del Tejido Cultural Vasco.

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