Si midiésemos la atención prestada a la actividad emprendedora en la última década probablemente muchos se sorprenderían al conocer la cantidad de esfuerzo, tanto público como privado, puesto en el apoyo a los emprendedores. Al menos en el País Vasco, los emprendedores cuentan hoy en día con una amplia red de apoyo para la creación de empresas, sobre todo de aquellas basadas en conocimiento y con potencial para generar alto valor añadido.

Detrás de este apoyo está la visión del emprendimiento como fuente de innovación, crecimiento económico y generación de empleo, pero también la intención de convertirnos en una sociedad emprendedora. Sin embargo, nos encontramos todavía en un punto en el que queda camino por recorrer. Y no es por falta de recursos, sino por cómo éstos han sido utilizados. El problema está en que muchas de las ayudas al emprendimiento se han concentrando principalmente en torno al momento de creación de la empresa, asumiendo además que las limitaciones de los emprendedores son sólo financieras.

La actividad emprendedora es un proceso y, por ello, antes de que una persona pueda crear una empresa ésta ha debido identificar una oportunidad de negocio. Asimismo, después de haber creado la empresa comienza una nueva travesía en la que el negocio puede crecer, mantenerse o desaparecer. Dentro de este proceso es habitual que el emprendedor se enfrente a limitaciones financieras, pero también a carencias de capital humano y capital social. Por un lado, el capital humano, sobre todo el que se adquiere mediante la experiencia, es un condicionante clave en el descubrimiento de oportunidades de negocio. Si vemos al emprendedor medio, este tiene entre 35 y 44 años y, por ende, cuenta con una experiencia previa. De ahí que la mayoría de nuevas empresas esté relacionada con la experiencia profesional previa de sus fundadores [y que por lo tanto el mito del garaje bajo el cual se cree que las empresas de éxito las crean jóvenes inexpertos sea precisamente eso, un mito]. Por otro lado, el capital social es un condicionante clave para juntar los elementos que hacen que una idea de negocio convierta en empresa y tenga éxito. Es por ello que algunas nuevas empresas no llegan a sobrevivir debido a la falta de acceso a redes de contactos que les permitan encontrar a su primer cliente, proveedor o socio estratégico.

Para poder lograr convertirnos en sociedad emprendedora resulta por tanto necesario que entendamos la actividad emprendedora como un proceso y que el apoyo se distribuya de manera coordinada a lo largo del mismo, desde incluso antes de que una persona pueda identificar una oportunidad de negocio, hasta que una empresa nueva se consolida. Igualmente, debemos conseguir que haya un comportamiento emprendedor no sólo de individuos dispuestos arriesgar creando empresas, sino también de una comunidad dispuesta a arriesgar aportando conocimiento y capital social a los proyectos emprendedores, además de dinero.

En el País Vasco existen actividades de apoyo que apuntan ya en esta dirección. Por ejemplo, desde hace un tiempo algunas universidades involucran a una parte de sus estudiantes en proyectos reales orientados al desarrollo de habilidades emprendedoras antes de graduarse y de entrar al mercado laboral, facilitando así la adquisición temprana de una experiencia valiosa para la identificación de oportunidades de negocio en el futuro. Del mismo modo, comienzan a darse encuentros que están facilitando la conexión entre emprendedores nacientes e inversores que, conjuntamente con capital financiero, proporcionan conocimiento para mejorar el modelo de negocio, así como también redes de contactos para acceder a nuevos mercados.

Este tipo de actividades, y en general la red de apoyo al emprendedor en el País Vasco, han estado impulsadas por la participación activa de las administraciones públicas. Pese a ello sigue siendo necesario que las actividades de apoyo concentradas etapas distintas al momento de la creación se expandan. El reto en el camino que nos queda por recorrer está, por un lado, en que dicha expansión se haga de manera coordinada para que no existan solapamientos; y por otro lado, en que hagamos que el ecosistema funcione de manera natural, es decir, con más involucramiento de agentes privados dispuestos a invertir su capital financiero, intelectual y social pero también con recursos generados por el propio éxito de los proyectos que surjan gracias a este ecosistema.

Por tanto, más relevante que las ayudas financieras al momento de creación de la empresa es que las administraciones generen condiciones idóneas para alcanzar el reto planteado. Para el momento de creación, en cambio, el esfuerzo debería hacerse en políticas que reduzcan los trámites burocráticos para constituir negocios, políticas que reformulen los impuestos no vinculados al rendimiento de la empresa y que ahogan financieramente a los nuevos proyectos antes de facturar, políticas que incentiven a inversores, políticas que promuevan la compra pública y privada orientada a que las nuevas empresas consigan sus primeros clientes rápidamente, entre otras.

Artículo publicado en edición impresa del Diario Vasco y El Correo el 27 de diciembre de 2012

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