A principios de febrero del 2020, el mundo perdió a un gran investigador y practitioner, un hombre que podría haber arrojado una luz reveladora sobre la forma en que las culturas y las sociedades responden a un acontecimiento drástico como es la pandemia actual y cómo esas respuestas tienden a estar cargadas de valor.

La persona en cuestión es: Geert Hofstede.

Gran parte de su vida profesional la dedicó al desarrollo y la aplicación de un modelo que trata de explicar el comportamiento de grupos de personas que comparten un mismo origen nacional. En sus inicios, el modelo se basó en cuatro dimensiones culturales para explicar las diferencias entre las culturas occidentales: Control de la incertidumbre, Distancia jerárquica, Individualismo y Masculinidad. Estas cuatro dimensiones permiten caracterizar y comparar las preferencias y el comportamiento de grupos en función de la puntuación que la cultura nacional (a la que pertenecen los miembros de un grupo) obtiene en cada una de las dimensiones. Así, el modelo permite explicar por qué las diferentes culturas llegan a soluciones distintas para el mismo problema, y reaccionan o se comportan de manera distinta ante la misma situación.

Dado que la actual crisis de la COVIDD-19 tiene proporciones mundiales, esta proporciona las bases para poner tale diferencias culturales en perspectiva.  

La forma en que los gobiernos nacionales alrededor del mundo han reaccionado de forma muy variada ante la pandemia y la severidad y la amplitud de las medidas aplicadas varían considerablemente de un país a otro. De la misma manera, la reacción de las respectivas poblaciones a las medidas a las que han sido sometidos ha sido muy heterogéneas.

Atendiendo al modelo de Hofstede, se puede postular que tanto las medidas propuestas por los gobiernos nacionales para hacer frente a la crisis sanitaria y económica, así como el comportamiento de la ciudadanía, pueden considerarse como una expresión de lo que culturalmente se entiende una respuesta adecuada o aceptable a la situación en cuestión.

A continuación, trataremos de darle sentido a esto. ¿Cómo?: (1) revisando las dimensiones culturales del modelo de Hofstede y (2) comparando y analizando las puntuaciones en estas dimensiones de tres países (Austria, Alemania y España), países que han formado el centro de atención del  informe recientemente publicado por Orkestra “Las regiones europeas ante la COVID-19: una mirada comparativa de las medidas políticas”: 

  Control de la
incertidumbre
Distancia
jerárquica
Individualismo Masculinidad
Austria 70 11 55 79
Alemania 65 35 67 66
España 86 57 51 42

 

Controlar la incertidumbre se define como "la tolerancia de una sociedad a la ambigüedad". Las sociedades que obtienen una alta puntuación aquí, tienden a sentirse incómodas ante la ambigüedad y asumen que hay (o debe haber) una verdad absoluta para determinar qué es un comportamiento correcto. Por lo tanto, las culturas con baja tolerancia a la ambigüedad pueden mostrar una tendencia a la objeción y al debate para llegar a definir lo que se puede/debe hacer y lo que no se tolera. Tienden a preferir soluciones inequívocas y únicas. En cambio, las culturas que toleran más la ambigüedad tienden a actuar de manera más relajada cuando se enfrentan a la incertidumbre. Partiendo de que la verdad absoluta o la solución única está fuera de su alcance, actuan de forma más flexible. 

La siguiente dimensión es la Distancia jerárquica, en referencia a la forma en la que el poder está distribuido entre las capas de la sociedad y cómo los miembros mejor posicionados hacen uso del mismo, lo que se traduce en, por ejemplo, si el poder se desglosa de manera igualitaria o jerárquica. Esta dimensión se hace también visible a través del comportamiento de las personas al mando de las líneas jerárquicas: ¿delegarán, consentirán o compartirán el poder de decisión?; ¿involucrarán a otros escalones (inferiores), o se apropiarán del poder?

Es lógico que instintivamente se relacione esta dimensión con el grado de (des)centralización del poder político en los territorios, pero esto solo lo explicaría en parte ya que, las estructuras (institucionales) y las pautas conductuales de las personas con poder (en este caso: políticos) pueden ser opuestas.

Si miramos a España, vemos que en términos teóricos de descentralización política obtiene una puntuación alta tanto en comparación con Austria y Alemania, como en general. A primera vista, esto no concuerda con su baja puntuación sobre la dimensión en cuestión.

Sin embargo, una mirada más atenta revela que esta descentralización es más bien asimétrica y que sólo algunas de sus comunidades autónomas gozan de una amplia autonomía, lo que ya está más en línea con su elevada puntuación en Distancia jerárquica. Además, si echamos la vista atrás, cuando la pandemia irrumpió, el gobierno central estableció un comando central, lo cual ha tratado de consolidar a posteriori (en línea con su pronunciado nivel de Distancia jerárquica).

En el caso de Austria, su estructura política altamente centralizada tampoco parece ser coherente con su baja puntuación en la dimensión Distancia jerárquica. Sin embargo, el hecho de que el país tenga espíritu corporativista condujo a medidas consensuadas con diferentes sectores socioeconómicos con representación a nivel estatal, algo que coincide con su baja puntuación en la dimensión Distancia jerárquica

Alemania muestra probablemente el perfil más coherente. Obtiene una puntuación reducida en Distancia jerárquica, mientras que su panorama político se caracteriza por una clara descentralización. De hecho, durante la crisis esto condujo a que hubiera medidas económicas y sanitarias distintas en sus diferentes regiones y, dado que sus respectivas regiones tienen sus propias reservas económicas (véase los Landesbanken), esto les permitió un alivio rápido y descentralizado de las necesidades (empresariales). Además, este país también se caracteriza por una pronunciada cultura corporativista (véase Mitbestimmung), lo cual también se alinea con una baja distancia jerárquica.

La tercera dimensión es el Individualismo, que se refiere al "grado en que las personas de un país prefieren actuar como individuos en lugar de como miembros de grupos", y/o de seguir normas propias en lugar de normas comunes para todos.

Esta dimensión sirve también como indicador de cómo de afectuosas son las personas en una sociedad u otra. Por lo tanto, las culturas que están más acostumbradas al contacto humano y que se saludan más calidamente, tienden a puntuar más bajo en la dimensión Individualismo. En esas culturas, las personas se sienten menos incómodas cuando el espacio personal es limitado y cuando guardar la distancia es complicado.

Con relación a esta dimensión, España tiene la puntuación más baja, situándose claramente del lado del colectivismo (“espíritu grupal”). Consiguientemente, España ha sido el país más categórico en cuanto a la aplicación de normas no sujetas a libre interpretación (lo cual también va en línea con su elevada puntuación en la dimensión Controlar la incertidumbre), dando poco margen a la ciudadanía a hacer juicios individuales sobre cuándo protegerse en público (p.ej. usando mascarillas y cuándo mantener distanciamiento social). Alemania y Austria, en cambio, han aplicado durante mucho tiempo reglas más laxas sobre cómo comportarse en los espacios públicos (con o sin mascarillas y respecto al distanciamiento mínimo). Esta delegación (parcial) de la responsabilidad a los miembros individuales de la sociedad en función de un contexto determinado, es una característica clara de las sociedades con mayor puntuación en la dimensión Individualismo.

Nótese bien: la puntuación de España en esta dimensión también implica que podría haber corrido mayor riesgo sanitario si no se hubiera impuesto el distanciamiento social, lo que respalda su decisión de adoptar medidas indiscriminadas.

Por último, la dimensión de la Masculinidad se refiere al grado en que valores como la asertividad y la competencia prevalecen en una sociedad. Estos valores se asocian tradicionalmente con el papel (o la naturaleza) de los hombres, en contraposición con valores como la calidad de vida, el cuidado de las personas y la solidaridad, que tienden a asociarse con el género femenino. Entre los tres países considerados, Austria tiene claramente el resultado más masculino en esta dimensión, mientras que España muestra el resultado más femenino.

Un debate destacado que se ha dado durante la primera etapa de la pandemia, y que puede relacionarse con esta dimensión, ha sido la de ¿qué actividad es esencial o qué tipo de negocio tiene que seguir funcionando a toda costa?. En los lugares en que la actividad económica fue marcada como "no esencial", las actividades de producción y suministro se detuvieron de manera colectiva, mientras que también había lugares donde los gobiernoes facilitaron la actividad industrial. Es evidente que los países analizados han respondido de manera diferente a esta cuestión: España restringió las actividades de producción más que Alemania y Austria durante la primera etapa de la pandemia, lo cual está en línea con las respectivas puntuaciones que estos países obtienen en la dimensión Masculinidad del modelo de Hofstede.

Por el contrario, y aunque las iniciativas para producir geles desinfectantes, equipos de protección y otras iniciativas han surgido en toda Europa, la actividad desplegada en este sentido por parte de las empresas manufactureras y los clústeres industriales españoles ha sido verdaderamente notable, lo que constituye una clara demostración de su vocación solidaria (exponente femenino según el modelo de Hofstede).

En conclusión: el modelo de Hofstede permite dar respuesta a las formas en que las respectivas culturas (nacionales) responden a un fenómeno o situación común. De hecho, las puntuaciones de Austria, Alemania y España en las dimensiones de Controlar la incertidumbre, Individualismo y Masculinidad se alinean bastante bien con el comportamiento de su ciudadanía y con las decisiones políticas en clave de la pandemia. Además, cuando se tiene en cuenta que la Distancia jerárquica no debe equipararse con la aplicación de los principios de subsidiariedad u otras manifestaciones de multiplicidad de estructuras políticas, también tienen sentido las puntuaciones de los respectivos países sobre esta dimensión.

 


bart kamp

Bart Kamp

Bart Kamp es el investigador principal del área de Internacionalización y Servitización de Negocios en Orkestra-IVC. Su investigación se centra en las estrategias competitivas que permiten a empresas liderar en sus respectivos nichos de mercado a nivel internacional, y en procesos de servitización entre empresas manufactureras.

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