A medida que vemos crecer el desempleo en un contexto de baja demanda tanto nacional como internacional, es natural que nos preocupemos por la competitividad de nuestra economía. ¿De dónde procederán los nuevos empleos? ¿Qué podemos hacer para incrementar la demanda? ¿Cómo podemos conseguir que nuestras empresas sean más competitivas en el mercado global? Esta preocupación inmediata puede conducirnos a buscar soluciones a corto plazo o a poner “parches”. Pero no hay respuestas sencillas a corto plazo, y no tenemos que olvidar que la clave para desarrollar una economía competitiva a largo plazo es ser conscientes de los retos del mañana. Incluso en tiempos de crisis profundos, la planificación o la visión de futuro son fundamentales. Es preciso preguntarse cómo será la economía del mañana y asegurarse de estar preparados para poder hacer frente a los retos que esta presenta.

Hace tres semanas acogimos en el País Vasco a unos 500 expertos en competitividad de más de 60 países, que a lo largo de cuatro días intercambiaron experiencias e ideas desde sus diferentes perspectivas tanto políticas, como empresariales y académicas. Si bien en los debates habidos se trataron varios temas relacionados con la competitividad desde diversas vertientes, tres fueron los mensajes principales que se repitieron a lo largo de la conferencia.

El primero es que los retos del mañana para las economías y las sociedades serán diferentes de los retos actuales. Tim Jenkins, Director de Iniciativas para la Gran Transición de la Fundación para la Nueva Economía del Reino Unido (Great Transition Initiatives at the UK’s New Economics Foundation), lanzó un mensaje muy claro en la sesión inaugural de la conferencia, que hizo eco entre los delegados durante toda la semana. En pocas palabras Jenkins dijo que, aunque hemos estado acostumbrados a entender la capacidad de recuperación de nuestras economías en términos de nuevos mercados y crecimiento, estamos al comienzo de una transformación en la que la cuestión será cómo generar prosperidad sin crecimiento. El paradigma es cambiar a una economía en la que la competitividad y la prosperidad se basen en el bienestar medioambiental y social, tanto como en el comportamiento económico. Esto significa que cuando afrontemos la configuración de la economía en el futuro y anticipemos los retos a los que deberemos hacer frente, hemos de hacerlo con un nuevo conjunto de principios rectores: las acciones para mejorar la competitividad de nuestras economías desde el punto de vista económico deben ser sostenibles tanto desde un punto de vista social, como medioambiental. Requiere cambios tanto en políticas públicas como en actitudes y comportamientos de todos los agentes de la economía.

Un segundo mensaje, que fue una constante a lo largo de toda la conferencia, es que la competitividad se construye desde el territorio: el lugar sí importa. Carlos Härtel, Director de la División de Investigación de General Electric en Europa, destacó que el coste no es el elemento principal para las compañías a la hora de decidir sobre la ubicación de sus centros de investigación, sino que lo que realmente importa es la gente, y para atraer talento, es fundamental contar con un buen entorno local. Esta afirmación fue repetida también a lo largo del debate sobre el papel que juegan nuestras ciudades como “lugares ancla” para el talento y como motores de competitividad.

Un tercer mensaje importante, ligado al anterior, fue la importancia de que cada lugar o territorio construya su propia estrategia para impulsar la prosperidad y el bienestar del futuro. Esta estrategia no se construye por inercia, sino hay que construirla de forma proactiva y los gobiernos tienen un papel importante en facilitar su construcción. Cada territorio debe construir su estrategia desde las fortalezas únicas y singulares que tiene y en el difícil contexto actual debería ayudar en la generación de diversificación productiva, la búsqueda de nuevos nichos de mercado sostenibles, y en consecuencia el aumento de empleo en actividades de alto valor añadido. En la conferencia se profundizó en una serie de ideas prácticas sobre cómo llevar a cabo este tipo de procesos de diversificación. El papel de los clústeres destacó como una de las vías importantes. Las asociaciones clústeres conocen y tienen una visión de las capacidades existentes en las empresas del clúster y podrían facilitarles la búsqueda de posibles vías de diversificación tanto a través de la colaboración con otras empresas del clúster, con empresas de otros clústeres o con los diferentes actores que tienen las capacidades tecnológicas y de conocimiento en el territorio o fuera del mismo.

Estos procesos de construcción de estrategias territoriales a largo plazo y basados en nuevos paradigmas no son fáciles. Requieren ir generando una visión compartida e inclusiva de los diferentes colectivos de la sociedad para asegurar la generación de prosperidad y bienestar para todos. De hecho, un reto importante para el nuevo gobierno es precisamente la facilitación de dichos procesos, de forma que alinee distintas ideas e intereses hacia un camino compartido a través de la cual se pueden combinar las diversas capacidades de nuestra sociedad para identificar las oportunidades más relevantes para la economía de mañana.

James Wilson y Mari Jose Aranguren


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