La epidemia de COVID-19 ha trastocado en poco tiempo gran parte de la realidad que nos rodea. Los costes humanos y económicos ya han sido graves. Y todo ello ha sucedido tan solo en el transcurso de unas pocas semanas, por no decir días.

Los gobiernos han tenido que centrarse rápidamente en doblar la curva de las infecciones, tratar a los enfermos, mantener intacto el sistema económico en su conjunto, y suavizar el impacto social y económico inmediato de las medidas de salud pública y sus repercusiones en las personas y las empresas.

En lo que respecta a la política económica, ha sido necesaria una rápida intensificación de la acción macroeconómica: medidas monetarias destinadas a salvaguardar el sistema financiero y sostener la demanda; medidas fiscales centradas en mantener a flote las empresas, conservar las relaciones laborales intactas y financiar medidas sociales para ayudar a los más afectados.

Éste ha sido, y sigue siendo en gran medida, el momento del estado nacional. Aquí es donde reside el poder y la autoridad política para adoptar las medidas políticas necesarias.


Incorporación de una perspectiva a largo plazo a las medidas a corto plazo

Estamos entrando en una nueva fase; la curva de nuevas infecciones se ha ido doblando y los sistemas de atención sanitaria están en pleno apogeo para proporcionar atención médica al elevado número de pacientes, aunque por ahora estabilizado. Ahora podemos, y necesitamos, pensar más allá del corto plazo: primero en el período que tenemos por delante en el que tenemos que vivir en "condiciones de pandemia" mientras no haya una cura disponible. Y más adelante, deberemos pensar en cómo volver a una vía de crecimiento robusto en el mundo post-COVID.

Las decisiones políticas tendrán que centrarse más en lo que es sostenible y no sólo en lo que es efectivo. Las medidas de salud pública, especialmente el confinamiento, han de ajustarse para que las sociedades puedan y estén dispuestas a vivir de acuerdo con dichas reglas. La respuesta de la política económica tendrá que empezar a centrarse en identificar en la utilización más adecuada de los recursos, el modo de poder financiarse de manera que se puedan minimizar los costes a largo plazo y la forma de controlar los efectos de los incentivos negativos.

Asimismo, se deberá contar con opciones políticas más diferenciadas en función de los grupos sociales, el ámbito geográfico, los sectores y tipos de empresas. Las medidas de salud pública deberán establecer una diferenciación entre perfiles de riesgo de personas y localidades, y el estado de la infección por COVID-19; la realización de pruebas diagnósticas y el rastreo de contactos desempeñarán un papel fundamental. La respuesta de las políticas económicas deberá tener en cuenta la viabilidad de las empresas individuales a largo plazo, así como los costes específicos de cada sector derivadas de una interrupción prolongada de las operaciones, las cadenas de valor y las relaciones laborales.


Incorporación de un pilar microeconómico a la respuesta de política macroeconómica

La incorporación de una perspectiva más a largo plazo centrada en la adopción de medidas políticas también tiene consecuencias en lo que se refiere al tipo de medidas de políticas económicas necesarias: se ha de incorporar un mayor número de elementos microeconómicos, por lo general más orientados a la oferta, a la combinación de políticas. (1)

Con el objeto de que la reapertura parcial de las economías sea eficaz a la hora de reactivar la actividad económica, será necesario desbloquear los problemas tanto desde el punto de vista de la oferta como de la demanda. Los datos económicos provenientes de China sugieren que una recuperación total no es automática ni siquiera cuando se eliminan las restricciones de salud pública; y los datos de los Estados Unidos sugieren que el grado de desaceleración económica por parte de cada estado no constituye simplemente una función de las restricciones de salud pública establecidas. Es necesario que haya un estímulo macroeconómico con vistas a poder ofrecer tanto poder adquisitivo como voluntad de consumo. Sin embargo, para que sean eficaces, se deberán adoptar medidas microeconómicas destinadas a eliminar el gran número de barreras que han surgido en el ámbito de la oferta, desde las cadenas de suministro interrumpidas hasta los balances debilitados, pasando por la nueva necesidad de establecer nuevos procedimientos operativos seguros.

A la hora de realizar el planteamiento de la recuperación posterior a la pandemia, la política macroeconómica resulta esencial para evitar un descenso hacia una caída autosostenida.

Sin embargo, la crisis financiera mundial y sus repercusiones han demostrado que incluso una estabilización macroeconómica satisfactoria puede conllevar un menor crecimiento de la productividad y la prosperidad a largo plazo. Lo que se necesita para un crecimiento robusto después de la crisis es un plan claro para mejorar las dimensiones microeconómicas de la competitividad, incluida la calidad de las instituciones, la calidad de las condiciones de los factores de producción, la apertura de los mercados, las normas y reglamentos que afectan a las empresas, la presencia de clústeres dinámicos y la sofisticación de las empresas.


El papel de las regiones

Se dispone cada vez de más datos que evidencian que la pandemia se está desarrollando de manera diferente en las distintas regiones de cada país. Inicialmente, los lugares más competitivos, más conectados globalmente, y con mayor densidad de población, han sido los que se han visto más afectados. Sin embargo, a medida que avanza el tiempo, los que más dependen de sectores particularmente expuestos como el turismo podrían ser las principales víctimas y, de manera más general, las regiones que son menos competitivas y que, por ello, suelen ser menos resistentes.

Las regiones ya han adoptado una amplia variedad de medidas, siendo con frecuencia las primeras a la hora de prestar atención sanitaria, proporcionar servicios públicos esenciales y ofrecer apoyo de emergencia a empresas y particulares.

El papel de las regiones irá evolucionando dado que estamos entrando en una nueva fase de la pandemia. La incorporación de un pilar microeconómico a una respuesta de política económica más amplia frente al COVID-19, proporciona a las regiones un papel nuevo y más destacado. Las regiones resultan esenciales a la hora de identificar el conjunto de medidas microeconómicas fundamentales para cada contexto, incluido el conjunto específico de sectores y empresas que conforman sus economías. Las regiones controlan algunas de las palancas fundamentales en este ámbito, desde la calidad de las infraestructuras locales hasta el compromiso con los clústeres y las pymes, y la eficacia con la que se prestan los servicios públicos locales. Las regiones tienen un acceso único y relaciones de confianza con la comunidad empresarial, especialmente con las pymes, lo que les permite identificar rápidamente los obstáculos microeconómicos existentes y el funcionamiento de las medidas políticas. Y las regiones son fundamentales a la hora de orquestar la acción colectiva, sin la cual, la mejora de la competitividad no logra ganar impulso.

Las regiones deben ampliar y complementar las políticas nacionales, aplicándolas de manera diferenciada y adaptada a cada contexto. Para ello es necesario colaborar estrechamente con los responsables de las políticas nacionales y comunitarias. Especialmente ahora, en un período de gran incertidumbre, los gobiernos regionales deben compartir rápidamente con los gobiernos nacionales y la UE lo que les transmiten las empresas locales en cuestiones tales como las perturbaciones en las cadenas de valor mundiales o las dificultades para acceder al capital, y a la hora de planificar qué medidas políticas pueden adoptarse a un nivel adecuado para hacerles frente. Las agrupaciones de clústeres y las organizaciones regionales de desarrollo económico pueden ser, en este contexto, un activo fundamental para la función de alerta rápida que la Comisión Europea ha incorporado a su hoja de ruta para levantar las medidas de contención.

Los países han sido fundamentales a la hora de movilizar la respuesta de emergencia frente al COVID-19. Las regiones (y la colaboración entre países) desempeñarán un papel cada vez más importante junto a ellas a medida que el mundo vaya saliendo lentamente de la pandemia. En esta misma línea, puedes leer  los posts de F.Alburquerque y E.Magro en sus respectivos post de este blog. 

 


  • (1) Ketels, Christian, J. Peter Clinch (próxima publicación 2020), Acting now while preparing for tomorrow: Competitiveness upgrading under the shadow of COVID-19, HBS Working Paper, HBS: Cambridge, MA.

Christian Ketels

Christian Ketels

Christian Ketels es ejecutivo visitante de la Escuela de Negocios de Harvard en el Instituto de Estrategia y Competitividad del profesor Michael E. Porter. Tiene un doctorado (Econ) de la London School of Economics y un doctorado honorario de la Lappeenranta-Lahti University of Technology LUT. Es presidente del consejo asesor del TCI, una red mundial de profesionales en el campo de la competitividad, clusters y la innovación. También preside el consejo asesor de Orkestra.