Esta entrada ha sido escrita por Francisco Alburquerque, como bloguero invitado

Recientemente he visitado Quito, capital de Ecuador y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), un organismo que tiene como objetivos construir una identidad y ciudadanía suramericana, y desarrollar un espacio regional integrado[1]. El motivo de mi visita ha sido el de participar en un Foro Latinoamericano y del Caribe sobre Desarrollo Económico Territorial, una reunión a la que asistieron 350 representantes de 23 países según los datos reunidos por la principal organización convocante, esto es, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En dicho evento, en el que coincidí con colegas vascos, entre ellos el actual presidente de la asociación de Agencias de Desarrollo Local (Garapen) y el responsable del Área de Desarrollo Territorial de Bildu en la Diputación Foral de Gipuzkoa, pude comprobar que, en ocasiones, los avances en las formas de enfrentar el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la gente no siempre hay que buscarlos en los países más desarrollados. De hecho, como en esta ocasión, las orientaciones del actual gobierno ecuatoriano (y su nueva Constitución) han dejado de lado la expresión de “desarrollo” para referirse al objetivo principal de lo que prefieren denominar “Buen Vivir”, ya que el concepto de “desarrollo” es recurrentemente confundido por parte de políticos, economistas, principales medios de comunicación, e imaginario colectivo, con el logro de un mejor comportamiento de las variables macroeconómicas propias del crecimiento económico agregado, haciendo invisibles de este modo a los diferentes actores sociales y sus circunstancias de vida reales.

Con los objetivos del “Buen Vivir” no interesan tanto las variables macroeconómicas como la situación real de vida de la población. Por ello, el Plan Nacional para el Buen Vivir en dicho país, trata de incidir en el cambio de la matriz productiva y en asegurar una participación efectiva de la población en los mecanismos de gobernanza multinivel que ello requiere desde cada uno de sus respectivos territorios. Cierto que, como pude comprobar en las discusiones habidas en los diferentes talleres del Foro, el proceso no está exento de titubeos y conflictos entre los diferentes grupos de población (indígenas, gobiernos locales, provinciales y del nivel central, empresarios y sindicatos, etc.). Pero todo ello supone, sin duda, un cambio importante en lo relativo a la clarificación de los objetivos fundamentales del “Buen Vivir” o, entre nosotros, el objetivo final del “desarrollo” bien entendido. Dicho en otras palabras, el enfoque del Desarrollo Económico Territorial pasa a situarse como una parte fundamental de las políticas del “Buen Vivir”.

Me sirve esta reflexión para manifestar mi opinión acerca de si, entre nosotros, el enfoque del Desarrollo Económico Territorial debe limitarse a un mero ejercicio local (o comarcal) para impulsar la mejora de la organización territorial de la producción y la generación de empleo dentro de los límites del actual modelo productivo y de consumo (por lo demás, absolutamente insostenible desde el punto de vista medioambiental), o si más bien debiera contemplarse como una forma política diferente de buscar formas mucho más participativas de la población, desde sus diferentes ámbitos territoriales (esto es, “desde abajo”), para intentar orientar el tipo de desarrollo económico, social, institucional y ambiental, es decir, si me permiten la expresión ecuatoriana, el “Buen Vivir” entre nosotros, más allá de las equívocas o ambiguas cifras del crecimiento económico cuantitativo.

[1] UNASUR está formada por los doce estados de América del Sur, con una población que supera los 400 millones de habitantes, lo que supone el 68% de la población de América Latina.

Forman parte de esta serie sobre la dimensión social del desarrollo territorial:


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