“¿Una mujer montando en bicicleta? ¡Qué escándalo! ¿Qué será lo siguiente?”

Fácilmente podríamos escuchar una frase así si viviésemos a finales del siglo XIX. La bicicleta estaba en auge como medio de transporte, pero existía un debate sobre la conveniencia de que las mujeres pudiesen hacer uso de esta moda.

Sin embargo, algunas tenían claro que no iban a ser menos. Fue el caso de Frances Willard, una sufragista estadounidense que, a sus 53 años, no dudó en aprender a montar en bicicleta. Fue tal la sensación de libertad que experimentó, que en 1895 publicó un libro plasmando esta desobediencia a las convicciones sociales.

Otra sufragista en la misma época, Susan B. Anthony, pensaba que “[la bicicleta] ha hecho más por emancipar a la mujer que cualquier otra cosa en el mundo”. De EE.UU. a Reino Unido, un pequeño acto como montar en bicicleta se convertía en un instrumento para desafiar las barreras sexistas de la época y perseguir cambios mayores.

Frances E. Willard
Portada de una reedición de A wheel within a wheel¸ el libro en el que Frances Willard relató su búsqueda de libertad como mujer a través de la bicicleta.
Fuente: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Entender el vínculo entre movilidad y género es un primer paso

El sencillo desafío de Willard y otras muchas contemporáneas supuso un acto muy significativo porque así reclamaban la capacidad de las mujeres para acceder en igualdad de condiciones a un medio de transporte popular en aquella época y, por extensión, situaron la movilidad como un espacio para las reivindicaciones feministas. Así lo considera Susan Hanson, quien abre su disertación en uno de los trabajos académicos más citados en materia de movilidad sostenible con el ejemplo de Willard. Inspirada en el ímpetu de la sufragista, Hanson argumenta que género y movilidad son cuestiones que se influyen mutuamente sutil y profundamente, de tal manera que una adecuada comprensión de esta relación es necesaria para abordar problemas sociales complejos. Por ello, afirma Hanson, la búsqueda de una movilidad sostenible no tendría sentido sin esta perspectiva. Así, tal como concluye una policy note de la red CIVITAS, la movilidad de las mujeres está estrechamente vinculada al empoderamiento, igualdad de oportunidades e independencia de las mismas.

El estudio y comprensión de este nexo es el primero de los cinco principios que propone la red Women Mobilize Women, impulsada por TUMI y el Gobierno alemán para abordar la cuestión de las mujeres en el transporte (siguiente póster). Existen iniciativas que demuestran cómo se puede integrar la perspectiva de género y responder al resto de principios, como el caso de los autobuses nocturnos con paradas flexibles de Bilbao y otras ciudades (principios 2 y 3), el proyecto Nocturnes sobre los riesgos de las trabajadoras nocturnas en Barcelona (principios 1 y 3) o una plataforma de la Comisión Europea para favorecer la presencia de mujeres ocupadas en el sector transporte (principio 4). Y muy importante, el quinto principio de crear conciencia sobre esta problemática, al que busca contribuir este post.

5 Principles for Women and transport
Diversas acciones en torno a 5 grandes principios en relación con mujeres y transporte. El póster con mejor resolución está disponible aquí.


Tratemos de verlo con un ejemplo

Podemos encontrar algunas pistas en la película Hidden Figures (Theodore Melfi, 2016), que reivindica el papel de Katherine Johnson y sus compañeras en algunos de los hitos más importantes de la NASA. Los cálculos de Johnson fueron determinantes para llevar al primer estadounidense al espacio. Pero su talento y esfuerzo no eran suficientes. Como mujer, su reconocimiento era descaradamente secundario, sin poder firmar los informes aunque ella misma hubiese hecho el trabajo principal. Pero, además, su condición de afroamericana a principios de los sesenta agravaba duramente sus desventajas como trabajadora. Entre estas circunstancias, la película incluye la dificultad de Johnson para encontrar un baño para ella.

Este no es el mejor ejemplo porque es innegable que el factor de peso en esta historia es la discriminación racial. Pero nos ayuda a ilustrar de manera contundente cómo el hecho de tener que realizar desplazamientos extra, con el tiempo y desgaste que conllevaban, perjudicaba su capacidad de seguir el ritmo de trabajo y dar lo mejor de sí misma. Al final, la realidad era que el diseño del espacio y la distancia al destino, junto con la falta de medios (¡no podía ni usar las bicicletas del complejo!) inevitablemente la dejaba atrás. La siguiente interpretación de Taraji P. Henson refleja cómo solo al denunciar su situación, su jefe empieza a ser consciente del problema y a tener en cuenta la perspectiva y las necesidades de Johnson.

Imaginemos ahora estas barreras a gran escala, no en un edificio, sino en una ciudad y su periferia o un área rural. Imaginémoslas para las mujeres trabajadoras medias y cómo una planificación urbana y de transporte que no haya tenido en cuenta sus realidades, puede ahondar en la brecha de género. Como ya habíamos abordado en #Beyondcompetitiveness, incorporar la perspectiva de género al desarrollo de la movilidad sostenible es complejo, pero crucial para reducir la exclusión social y permitir el acceso equitativo a oportunidades. Según un informe de la Organización Mundial del Trabajo, esto es especialmente acusado en áreas caracterizadas por infraestructuras y servicios de transporte pobres, donde las aspiraciones de las mujeres permanecen igualmente pobres.


De lo local a lo global a través de pequeños gestos

Lo primero que hay que subrayar es que una movilidad sostenible efectiva tiene que tener en cuenta las necesidades de la ciudadanía en toda su diversidad. Pero como se lleva estudiando desde hace décadas, la perspectiva de género ha sido tradicionalmente uno de aspectos más infravalorados de la planificación del transporte. Teniendo en cuenta que la población mundial y la tasa de urbanización siguen creciendo, particularmente en las economías emergentes, conviene advertir a nivel general de esta falta de atención y situar el ODS 5 como una fuerza motriz de una concepción universal de la movilidad sostenible, con flexibilidad suficiente para adaptarse a la realidad de la población de cada lugar.

Dotar de universalidad a esta premisa es necesario, porque tal como el ejemplo de Johnson muestra, a la desigualdad de género puede ligarse fácilmente la discriminación racial, así como otros factores que igualmente requieren atención, como la pertenencia a la comunidad LGTBI o el status económico y sociocultural. El efecto combinado de varios de estos factores puede ser demoledor para mujeres vulnerables en muchos lugares del mundo.

Pero sin duda ha habido grandes avances en concienciación y voluntad política. En Orkestra pudimos comprobar que la digitalización y los nuevos modelos de negocio en la movilidad sostenible tienen gran capacidad de integrar género y otras perspectivas, aunque hay que advertir de que existe la posibilidad de evolucionar hacia el efecto contrario.

Para mí, lo importante es que hay algo de inspirador en la pasión de las sufragistas en bicicleta o la tenacidad de Katherine Johnson. Nos demostraron cómo pequeños gestos pueden derivar, en suma y con el tiempo, en grandes cambios. Y es que tal como nos indica el quinto principio del anterior póster de Women Mobilize Women, todos podemos tomar la iniciativa en los medios de transporte y en las calles de nuestra comunidad para actuar con perspectiva de género.

¿Cómo? Por ejemplo, contando tu experiencia. Cuando a principios de 2021 Zahara sacó su canción ‘Merichane’, en la que cuenta que (yendo por la calle) “Yo estaba ahí con las llaves en la mano acelerando el paso, fingiendo que hablaba con mi hermano” y otras vivencias, se generó en redes sociales el hashtag #YoEstabaAhí para que las mujeres contasen sus propias experiencias de acoso y violencia machista. Nosotras y nosotros podemos hacer lo mismo e inspirar a otras personas a denunciar las malas prácticas y exigir medidas para una movilidad sostenible a la altura de las mujeres.


Jaime Menéndez

Jaime Menéndez

Jaime se unió en 2015 al Instituto como investigador predoctoral del Lab de Energía, donde ha participado en los proyectos "Transiciones Energéticas e Industriales" y “Tecnología, Transporte y Eficiencia”.

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