Quizá lo último que uno necesita cuando se esfuerza en remar hasta la orilla es que le susurren al oído que el agua se está calentando peligrosamente. Pero dentro de este esfuerzo que hemos comenzado para unir fuerzas contra la COVID-19, conviene no perder de vista que la recuperación no significa volver a donde estábamos, sino alcanzar la meta que nos habíamos propuesto. Ya hemos visto estos días muestras de sobra de lo importante de estar preparados para los escenarios más difíciles. Y, aunque ahora parezca una amenaza lejana, para nuestra sociedad el escenario más difícil es el cambio climático, que deberíamos empezar a llamar emergencia climática: “la mayor amenaza sistémica para la humanidad”.

A juzgar por los abruptos descensos en la contaminación a nivel mundial de estos días, sería fácil consolarse pensando que al menos esta crisis nos dará más tiempo para tomar medidas. Nada más lejos de la realidad. La reducción de emisiones de GEI y el aumento en el uso de renovables no durarán más que lo que tardemos en recuperar nuestra actividad. Ya vimos en crisis anteriores que esta reducción solo afectaba a una pequeña parte de nuestras emisiones totales (un 3 % a nivel global en la anterior crisis económica) y que las emisiones se recuperaban a los niveles esperados al cabo de unos pocos años, menos tiempo si cabe si logramos acelerar la recuperación. Un ejemplo de la anterior crisis viene de la mano de las emisiones de los nuevos vehículos. Aunque cayeron por la crisis y alcanzaron su mínimo en 2013 en Europa, volvieron a aumentar en años posteriores.

Toca por tanto pensar en cómo habrá que llevar a cabo la reconstrucción y renovación de nuestra economía y sociedad. El sector energético ya estaba realizando una completa renovación para hacer frente a los retos del cambio climático, con aspectos tan significativos, y en áreas como las comarcas mineras, dolorosos, como un cambio radical en el mix de generación eléctrica en España, con un importante desplazamiento del carbón por el gas y un alto crecimiento de la instalación de renovables. Para continuar con esta línea, el Gobierno de España lanzó el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2020 y el Gobierno Vasco lanzó su iniciativa Pacto Vasco de la Energía, que previsiblemente se presentará este año. Elevando la vista a Europa, el objetivo de reducción de emisiones a 2020 se estaba alcanzando a nivel global y el lanzamiento del Pacto Verde Europeo ponía una hoja de ruta sobre la mesa para transformar por completo el sector energético como parte de una economía limpia y circular.

Estos días pueden leerse posturas contrapuestas al respecto sobre la necesidad de replantear estos documentos y. Por un lado, la de los que piden que se pospongan los objetivos de emisiones de GEI para no retrasar la recuperación económica. Por otro lado, los que piden que se refuercen condicionando las ayudas a la recuperación industrial al cumplimiento de objetivos medioambientales. Esto último es lo que parece estar empezándose a plantear en algunos sectores, como la aviación, así como diferentes países y el grupo de expertos en financiación sostenible de la Unión Europea.

Sin duda tocará rehacer los planes, introducir nuevos mecanismos e integrar en la transición justa a aquellos sectores más afectados por la crisis actual. Sobre todo porque muchos de ellos, las pequeñas empresas que tienen un papel irreemplazable a la hora de vertebrar esta transición, estarán entre las más afectadas del sector energético. Pongamos por ejemplo el caso de la fotovoltaica, de la que se prevé una caída interanual del 16% en la instalación mundial de fotovoltaica para 2020 (probablemente del 25% respecto al tendencial). El impacto no se da solo en la demanda, con una menor capacidad para acometer inversiones que den beneficios a largo plazo. Más importante puede ser aún en la oferta de instaladores, como los de autoconsumo. O en la situación de los pequeños generadores, que contaban con precios de generación más elevados de lo que es previsible para este año.

Y también tocará pensar en las lecciones que podemos extraer de esta situación. Qué hemos dejado de hacer durante la cuarentena que no era tan necesario y qué hemos comenzado a hacer que es más eficiente. Qué reunión era realmente necesaria de forma presencial y cuál era mejor celebrarla por videoconferencia. Qué servicios son esenciales para mantenernos en funcionamiento y cómo han respondido. En suma, qué fotografía hacemos de nuestra sociedad y qué áreas hay que reforzar.

En el caso del sector energético actual, hemos visto que la respuesta ha sido ejemplar y que la seguridad de suministro ha estado garantizada pese al fuerte descenso de la demanda. Y esa seguridad de suministro debe mantenerse cuando cambiemos el modelo energético, un objetivo inaplazable en el que tenemos que mostrar la “misma unidad y determinación” que contra la COVID-19 y del que hay que explotar las oportunidades que presenta. Porque esta crisis pasará, otra vendrá y tendremos la responsabilidad de demostrar que algo hemos aprendido en el camino.


Roberto Alvaro

Roberto Álvaro

Roberto Álvaro, investigador de Orkestra, es Doctor Ingeniero Industrial por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Realizó su doctorado en Ingeniería Eléctrica sobre "Estrategias de integración de vehículos eléctricos en la red".

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