En medio de una fuerte incertidumbre, tenemos una certeza: los efectos económicos de la pandemia serán muy muy duros en esta vastísima y heterogénea región del mundo al sur del Río Grande. Posiblemente tanto o más duros que en otras regiones del planeta porque en una gran cantidad de países la economía no venía creciendo; en otros ha habido movimientos sociales y políticos que se manifestaron con alta conflictividad; y además, porque la región depende de dinámicas comerciales donde los Estados Unidos y China funcionan como tractores de nuestras exportaciones, entre otros y muchos factores más.
Antes de la llegada del COVID-19, la CEPAL “preveía que la región crecería un máximo del 1,3% en 2020. Sin embargo, los efectos de la crisis han llevado a cambiar esa previsión y pronosticar una caída del PIB de al menos -1,8%, aunque no se puede descartar que se llegue a contracciones de entre -3% y -4%, o incluso más. El impacto económico final dependerá de las medidas que se tomen a nivel nacional, regional y global,” advierte la Comisión.
Hay un poco de controversia sobre qué sectores serán los más perjudicados; en ese contexto, no hay duda de que el turismo (incluidos hoteles y restaurantes), transportes, deportes y cultura, así como algunas ramas de la metalurgia estarán en el núcleo duro de los problemas; no está claro todavía qué pasará con los precios de los commodities aunque se espera una recuperación en algunos y mejorar sus precios debido al aumento de demanda sobre todo de China y Europa a la salida de COVID-19. En consecuencia habrá serio problemas de empleo e ingresos en sectores importantes a los que hay que sumarle el peso de la economía informal, tan importante en los países de América Latina.
En este escenario tan complejo hay que pensar en la economía después de atender la situación sanitaria que es urgente y la realidad social, tan extrema y difícil. Por ahora, cada país está haciendo la suya; los bloques subregionales, que ya estaban debilitados, no han funcionado y todo indica que más allá de los planteos mediáticos, no se sabe si habrá ayuda financiera del sistema internacional y cuándo esta podría materializarse. Así, las primeras medidas en Argentina y otros países, parecen tener raíces keynesianas utilizando instrumentos fiscales por un lado y poniendo, por distintos mecanismos, algo de dinero en el bolsillo de la gente que más lo necesita. Es una manera de dar respuesta a algunas necesidades básicas y ayudar un poco a la economía fortaleciendo la demanda de los sectores más necesitados; sabemos que es insuficiente pero permite estar cerca de las necesidades de la gente y ganar un poco de tiempo.
Estas medidas urgentes para hacer frente a la coyuntura repercuten en el diseño de los instrumentos de corto y mediano plazo; mucho de lo que se haga o deje de hacer en estos días impactará en los próximos meses. Además, la duración de todo esto es un interrogante. Algunos países ya están en esa búsqueda de nuevas soluciones para lo cual se necesitará innovar y ser creativo sin despegarse del sentido de realidad.
Desde una mirada sistémica, hay que poner especial atención en los territorios, en los espacios subnacionales y sobre todo en los ámbitos locales que, en principio, por sus capacidades muchas veces están poco preparados. Una pregunta que debemos hacernos es: ¿qué podemos hacer para ayudar a sostener a la economía y el empleo evitando que decrezca aún más, respetando la prioridad que tienen hoy los temas de salud? Como primeras medidas los gobiernos subnacionales posponen vencimientos impositivos, buscar otorga de créditos para las pymes y otras medidas fiscales que ayudarán aunque no impedirán que haya firmas con grandes dificultades. Todo esto es desde un Estado que tendrá problemas de recursos y sin posibilidades de aumentar mucho el gasto social; un panorama para nada sencillo.
¿Cuáles pueden ser los caminos?. Habrá dificultades para las importaciones por escasez de divisas, dificultades en la balanza de pagos más fronteras cerradas y problemas logísticos; los mercados locales no contarán con grandes recursos, habrá necesidades alimentarias en cantidad y diversidad, se cortarán algunas las cadenas de suministro; “shock de oferta y shock de demanda que se retroalimentan entre sí” planteaba Mari Jose Aranguren en su post .
En relación a esto, será necesario fomentar las lógicas de cadenas intra países, buscar generar mayor autosuficiencia alimentaria, habrá que intentar captar recursos financieros de sectores de mayores ingresos, seguir haciéndolo desde un estado con presencia fuerte y sumando a una gran cantidad de personas del sistema educativo y científico tecnológico para alinear fuerzas en lo que será una dura contienda en el corto y mediano plazo.
En América Latina asistiremos a cambios que impactarán en los modos de producción y de consumo y con un día a día que ya está complicado. Todo es un nuevo desafío porque, si bien las políticas territoriales son de cercanía con alta llegada a la gente, siempre tuvieron dificultad para financiarse y para financiar procesos en las pymes y microempresas, problema central para las próximas semanas. Como representativa hay una frase que siempre nos interpela de parte los pequeños empresarios: “al final, a la hora de pagar sueldos e ir al banco, estamos solos”. Muchas empresas necesitarán ayuda para ayer y esa acción, hoy no se puede realizar. En ese sentido habrá que montar nuevos diálogos público – privados en la búsqueda de alternativas. Una importante sería buscar los aprendizajes de economía social, de las empresas autogestionadas y en la cooperativas que funcionan como tal; en ese mundo hay un grupo que han podido resolver con solidaridad y con recursos escasos esta ecuación tan difícil que se plantea. Creo que hay que construir nuevos puentes y utilizar herramientas de las variadas dimensiones del desarrollo para poder pasar la crisis e ir mutando hacia modelos con distintos valores.
Debemos cambiar estrategias e instrumentos, no podemos responder a una crisis de esta magnitud con los esquemas que usamos hasta hace unas semanas. Estamos frente a un fenómeno inesperado y potente que agudiza nuestras debilidades y contradicciones, hay que hacerle frente rompiendo paradigmas.
Pablo Costamagna
Dicta clases en Postgrados y Maestrías de distintas Universidades en América Latina y es el Director de la Maestría en Desarrollo Territorial en la Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Rafaela, Argentina. Entre las experiencias de gestión están sus trabajos en la Municipalidad de Rafaela en Argentina durante los años 90 y el proyecto BID-FOMIN de Competitividad Territorial en la Región Central de la Provincia de Santa Fe, Argentina entre 2007-2011. Sus investigaciones más recientes refieren a las Agencias de Desarrollo, al fortalecimiento de entramados institucionales, a los temas de formación de capacidades en el territorio y al estado de las políticas de Desarrollo Territorial. Actualmente coordina el Programa ConectaDEL, Programa Regional de Formación para el Desarrollo Económico Local con Inclusión Social para América Latina y el Caribe del BID-FOMIN.