A pesar de que Steve Jobs dijo a Barack Obama que los puestos de trabajo en el ensamblaje de los iPhones y demás no iban a volver a los Estados Unidos, hay indicios de que selectivamente puede llevarse a cabo una re- y expatriación de la actividad industrial desde países como China.

Por una parte porque para algunas de las empresas occidentales que han instalado allí sus cadenas de producción y abastecen desde allí la demanda global de su producto, el coste de la mano de obra local más los costes logísticos y de operación (incluido el control de calidad y la gestión de suministro JIT) empieza a ser superior a la de crear una estructura productiva descentralizada apoyada por sistemas de distribución específico por continente.

Por otra parte surgen multinacionales nuevas procedentes de las economías emergentes que se plantean la misma cuestión: ¿Qué es más favorable, concentrar la producción en un mismo sitio para aprovechar economías de escala y servir al mercado mundial desde allí, u optar por la multi-localizacion, no sólo en términos de venta, sino también en términos de producción?

Esta “situación” ha llevado recientemente a algunas multinacionales del mundo occidental a trasladar parte de sus actividades y bienes a Europa (por ejemplo, el Banco Santander traerá sus call centres de vuelta de la India a Gran Bretaña; o Ikea, que está trasladando parte de la fabricación de muebles de China a Italia), de la misma manera que Caterpillar y General Electrics han repatriado actividades de China a los EEUU.

Asimismo, hay empresas con potencial económico que surgen de los países asiáticos o América Latina y que contemplan cómo desarrollar, producir y vender mejor sus productos por el mundo -y no sólo en los mercados locales. Como fruto de estas estrategias se han visto adquisiciones de empresas occidentales (véanse los casos de Arcelor, adquirido por Mittal o los de Jaguar, Land Rover y British Steel-Hoogovens, adquiridos por Tata), o también inversiones greenfield intentando crear estructuras de producción y logística completamente nuevas en Europa y el Norte de América.

En vista de esta tendencia, cabe preguntarse si hay que empezar a ver a países como China (o por ejemplo la India), no solamente como destinos industriales y comerciales, sino también como fuentes de inversión.

De momento, la internacionalización por parte de empresas chinas es un fenómeno más bien marginal, pero puede convertirse en una cosa tan palpable como la inversión directa en el extranjero de las compañías japonesas desde los años 70. Hasta ahora, parece que el interés chino se ha centrado en las zonas ricas en minerales y materias primas, como África. Pero es probable que de cara al futuro, este interés derive en la construcción de redes de producción y comercio en otros continentes. En ese caso, el competir por atraer inversiones chinas puede convertirse en una apuesta interesante como vía para sostener la actividad económica local. Cabe preguntarse por consiguiente si esa atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) desde países emergentes debería recibir más atención explicita en las relaciones internacionales con algunos de estos países.


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Bart Kamp

Bart Kamp es el investigador principal del área de Internacionalización y Servitización de Negocios en Orkestra-IVC. Su investigación se centra en las estrategias competitivas que permiten a empresas liderar en sus respectivos nichos de mercado a nivel internacional, y en procesos de servitización entre empresas manufactureras.

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